Los desafíos que enfrentan las instituciones públicas difieren de aquéllos que abordan las organizaciones privadas. A diferencia de estas últimas, que están principalmente regidas por las leyes del mercado, las instituciones públicas tienen que lidiar con dimensiones éticas y emocionales que determinan la vida de todos los ciudadanos. Esto las transforma en un contexto privilegiado para ser continuamente impugnadas en sus propósitos principales, transformándose así en receptáculos que contienen ansiedades sociales colectivas. Para estas instituciones, las consideraciones sobre las distintas vías para alcanzar un nivel de eficacia técnica necesitan ser elaboradas en conexión con perspectivas valóricas. Estas consideraciones exigen actuar y enfrentar demandas que muchas veces son contradictorias y compiten entre sí. Este escenario lleva a Hoggett (2006, pág. 188) a considerar que los miembros de estas instituciones enfrentan continuamente ‘dilemas primarios’, que implican no sólo asegurar la sobrevivencia de la institución, sino también ser capaces de preservar valores específicos que se vinculan con la necesidad de beneficiar a la sociedad en su conjunto.