El momento constituyente abierto en Chile hace alrededor de un decenio experimentó un cambio cualitativo a fines de 2019: una masiva, diversa e intensa revuelta social se inició en octubre, en menos de un mes dio paso a un acuerdo de las fuerzas políticas mayoritarias para comenzar un inédito proceso constitucional. Así ocurrió, aunque el acuerdo no fuese respaldado por los manifestantes, ni se produjese diálogo o negociación alguna entre éstos y los partidos que patrocinaron el acuerdo. Un jalón de dicho proceso fue un plebiscito en octubre de 2020, en que la ciudadanía expresó masivamente su deseo de elaborar una Nueva Constitución a través de una Convención Constitucional (en adelante, la Convención), un cuerpo exclusivamente electo para abordar la tarea. La elección de sus integrantes se concretó el 15 y 16 de mayo recién pasados, junto a elecciones regionales (también inéditas) y locales, el cual arrojó varias sorpresas que modifican significativamente el panorama político actual y futuro de Chile. En la elección participó un 43,4% de los habilitados para hacerlo, menos que en el plebiscito de octubre (51%) pero más que en la última elección municipal (34%).[1]
Un primer dato es la derrota abrumadora de la coalición gobernante de derecha, a pesar de haber construido una lista unitaria en los 28 distritos electorales, que incluía tanto a quienes habían aprobado la idea de una nueva constitución como quienes la habían rechazado en el plebiscito de octubre, entre ellos un naciente Partido Republicano, de extrema derecha, que no es parte del actual gobierno. Las reglas electorales favorecían a esta coalición de derecha, lo mismo ocurría con el grueso del financiamiento (unos seis millones de dólares, más del doble del conjunto de las demás listas).[2] Sin embargo, su votación (20,6%) solo le alcanzó para elegir 37 constituyentes, un 24% de los 155 integrantes. Las razones parecen residir en la debilidad de la estrategia defensiva de la lista, que consistía en lograr un tercio de la Convención para contar con derecho a veto en las decisiones y, mucho más relevante aun, el bajísimo apoyo ciudadano al gobierno de Sebastián Piñera. Piñera, producto de la insuficiente ayuda prestada a la población en el contexto de la pandemia del COVID-19. El apoyo al presidente y al gobierno alcanza un dígito en las encuestas y lo ha perdido en el Congreso –controlado por la oposición- entre sus propios partidarios en las últimas iniciativas impulsadas.
Pero en realidad el fracaso electoral se extendió también al conglomerado político de los partidos de centro y de centro izquierda (agrupados en torno a la Lista del Apruebo), que ha protagonizado la vida político institucional del país en los últimos treinta años. También este sector llevó una lista unificada sumando a otras pequeñas fuerzas provenientes de la izquierda. Sin embargo, sus resultados fueron todavía más reducidos, ya que obtuvo apenas un 14,5% de los votos, eligiendo 25 constituyentes, un 16% de los convencionales. Vale decir que las fuerzas políticas tradicionales y dominantes de la larga transición chilena a la democracia -de derecha, centro y centro izquierda-, alcanzan, reunidas, apenas el 35% de los votos y el 40% de los delegados a la Convención Constitucional.
¿Qué explica lo anterior? Principalmente el ascenso de dos fuerzas: la de las listas de independientes –permitidas por primera vez en el país- y de la Lista Apruebo Dignidad (28 constituyentes, con el 18,7% de los votos). Esta última reunió al Partido Comunista y al Frente Amplio, alianza surgida de las movilizaciones estudiantiles de 2011 y que había experimentado varias divisiones en el período posterior a octubre de 2019. Además, tanto el Partido Comunista, y especialmente el Frente Amplio tuvieron también importantes triunfos en ciudades y regiones de gran importancia en la elección de alcaldías y gobernaciones. Pero la principal novedad de la reciente elección fue la relevancia que adquirieron los independientes. Por una parte la Lista del Pueblo, surgida después del estallido social de octubre de 2019, conformada con activistas socio ambientales, de derechos humanos, feministas y descentralizadores, que se presentó en todos los distritos, careciendo de recursos financieros y espacio en los medios de comunicación y que obtuvo 27 constituyentes (17%).[3] A ella se suma la Lista de Independientes por una Nueva Constitución, con un perfil más de centro y conformada por personalidades locales y nacionales, con menos vínculo a los movimientos sociales, pero fuertemente comprometidos con el reemplazo de la actual constitución. Suman otros 11 constituyentes (7%).
La dinámica de los independientes va mucho más allá de las dos listas. Adicionalmente a las dos listas mencionadas, figuran otros 10 delegados independientes, mayoritariamente ligados a movimientos sociales y regionales, y los 17 escaños reservados a los pueblos originarios, todos ellos elegidos por fuera de los partidos políticos. Considerados globalmente las y los independientes conforman un total de 105 delegados, es decir dos tercios de la Convención, puesto que también las listas de partidos estuvieron conformadas en gran medida por independientes, ya que en todas ellas superó el 40% de sus candidaturas electas. Esto se debe al amplio y sostenido descrédito de los partidos políticos, que se expresó con gran fuerza en esta oportunidad. Chile es uno de los países donde el descenso del apoyo de los partidos ha sido mayor y más acelerado, junto al descenso de la confianza en instituciones, entre las cuales el peor desempeño lo ocupan, hace ya muchos años los partidos y el Congreso.[4]
En definitiva, a pesar de gran división de la oposición y las fuerzas del “apruebo”, el descenso de la derecha condujo a una composición de la Convención, que esta vez ya no está sujeta a las restricciones para realizar reformas significativas a la Constitución, como había ocurrido hasta la fecha. Por otra parte, la influencia de los partidos políticos en su conjunto se ve mermada significativamente respecto del rol que han jugado en el Congreso y los demás procesos electorales durante largo tiempo. Es decir, el descrédito y la baja militancia se expresó ahora electoralmente y se tradujo en asientos en la Convención Constitucional. Un último elemento del balance estrictamente político, indica que las fuerzas de centro y derecha, cuyo proyecto nunca fue cambiar la Constitución, sino a lo más reformarla, quedaron fuertemente disminuidas. Tanto es así que, en la lista de la Unidad Constituyente, solo cinco delegados fueron electos en cupos de la Democracia Cristiana (antiguamente el partido más grande de Chile) y el Partido por la Democracia, nacido de la transición de 1989.
Hay otros elementos que son novedosos en esta elección constituyente. La alta presencia y éxito electoral de las mujeres candidatas es uno de ellos. El movimiento feminista logró introducir la paridad de género en el proceso electoral: las listas debían ser paritarias y encabezadas por una mujer y en la composición de los electos ningún sexo debía superar al otro. La composición final quedó completamente equilibrada y varias listas cuentan con más mujeres que hombres. La principal excepción es la Lista del Apruebo, con un reducido 16% femenino. En todas las demás estas son la mayoría o al menos superan el 40%. Otra importante transformación son los escaños reservados a los pueblos originarios, que nunca se habían considerado en una elección anterior. Esto les brindó 17 cupos. En el caso de pueblo mapuche, el principal grupo indígena de Chile, resultaron electas algunas mujeres ligadas a las luchas de recuperación de tierras de los últimos veinte años. La renovación se produjo también en la edad de las y los convencionales, la que alcanza a 45 años en promedio. Las listas de los partidos tradicionales y los escaños reservados a pueblos originarios están por encima, mientras todas las demás están por debajo de este promedio.
El balance de esta elección es altamente positivo para las demandas de transformación que se vienen manifestando con fuerza y masividad durante todo el último decenio en el país y que hasta el momento no habían tenido una traducción electoral, profundizando el distanciamiento entre la sociedad, la representación política y la conducción de la institucionalidad. La composición plural de la Convención expresa de un modo bastante aproximado las distintas fuerzas presentes en la sociedad, sin que ninguna de ellas pueda imponer un veto a las demás.
Especialmente relevante es la emergencia de nuevas fuerzas no ligadas al poder del dinero o a las maquinarias del establishment político fuertemente cuestionado. De hecho, la mayor parte de las figuras políticas que contaron con mayor financiamiento (principalmente de derecha), que habían ocupado cargos políticos en este y los anteriores gobiernos, y cuyo compromiso con el cambio constitucional era débil o inexistente, no lograron ser elegidas. De tal manera que la representación que se gesta para la elaboración de la nueva carta constitucional se acerca mucho más a la dinámica social mayoritaria, a la ciudadanía movilizada que se expresó en octubre de 2019 y a lo que las encuestas de opinión y los estudios sociales venían indicando desde hace ya tiempo. Las prioridades comunes parecen estar en la garantía de los derechos sociales por parte de un Estado más fuerte, la búsqueda de una Constitución feminista y ecológica, la introducción de mecanismos de democracia participativa y directa y una orientación claramente descentralizadora. Todo ello permite tener optimismo con respecto a una reorientación del modelo económico, político y social que rige al país, por uno que exprese mejor la voluntad de sus ciudadanas y ciudadanos.
[1] Ver todos los datos de votación y porcentajes en las cuatro elecciones, así como las referencias de este artículo en el sitio oficial del Servicio Electoral: https://www.servelelecciones.cl/
[2] https://www.pauta.cl/politica/cuanto-dinero-gastaron-campanas-convencion-municipales-votos
[3] https://www.theclinic.cl/2021/05/20/quienes-son-que-piensan-que-hacen-radiografia-a-los-27-constituyentes-de-la-lista-del-pueblo/
[4] https://www.espaciopublico.cl/wp-content/uploads/2016/05/51.pdf
Foto: AP Photo/Esteban Felix