Libro sobre la ciudadanía tras los primeros 20 años del retorno a la democracia:
Socióloga Camila Jara: “No era desmovilización, era movilización latente”
¿De qué manera el modelo económico neoliberal incidió en el Chile que conocemos hoy? ¿Cómo se articuló el Estado, el mercado y la ciudadanía, tras la recuperación de la democracia en Chile? ¿Hubo efectivamente desmovilización en los primeros 20 años de gobernabilidad de la Concertación? ¿Qué conexión se puede establecer entre estos años y el actual proceso constituyente? Estas y otras preguntas busca responder la socióloga Camila Jara Ibarra (CPCE-UDP), ex estudiante patrocinada por COES, en su libro “Trayectorias de (des)movilización de la sociedad civil chilena. Post-trauma, gobernabilidad y neoliberalismo en la restauración democrática (1990-2010)”. Se trata de una propuesta teórica y analítica que da luces sobre la articulación de los movimientos sociales en Chile después de la dictadura, en donde se formula una lectura del periodo que sienta las bases para entender el acoplamiento ciudadano que emerge en 2011; y que ocho años después, tras meses de protesta social, culmina en el cambio de una Constitución impuesta bajo el autoritarismo del régimen militar, antidemocrático y de corte neoliberal.
En base a una extensa investigación teórica y analítica, el libro “Trayectorias de (des)movilización de la sociedad civil chilena. Post-trauma, gobernabilidad y neoliberalismo en la restauración democrática (1990-2010)” (Ariadna Ediciones), sistematiza, recopila y articula antecedentes que permiten entender el proceso de transformación sociopolítica y económica de las siguientes dos décadas venideras tras el fin de la dictadura. El libro fue escrito por Camila Jara Ibarra, ex estudiante patrocinada por COES, y actualmente investigadora asociada del Centro de Políticas Comparadas de Educación (CPCE) de la Universidad Diego Portales. En esta publicación, la autora expone una parte importante de lo que fue su tesis doctoral para la obtención del grado de doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Leiden.
A grandes rasgos, la propuesta de Camila se enmarca en el debate referido a los procesos de activación y desactivación política de la sociedad civil, tras la recuperación de la democracia, y se articula en base a tres hipótesis sobre temáticas que conectan distintos enfoques y disciplinas. Por un lado, sugiere que la multidimensionalidad del post-trauma colectivo (luego de la dictadura militar) sufrido por la ciudadanía tuvo un impacto profundo en el tejido social. Por otro lado, propone que las estrategias de gobernabilidad de los primeros 20 años de la Concertación dificultan la participación ciudadana. Y, finalmente, supone que el impacto del neoliberalismo en Chile en todas sus dimensiones representa un proceso aglutinador para entender las trayectorias de (des)movilización de la sociedad civil chilena.
Para la investigadora, la contribución académica de su libro alude a la articulación teórica y analítica de las tres hipótesis señaladas, hasta ese momento dispersas. El resultado es un escenario en que, dada la inhibición tridimensional, el movimiento social se retrae. Ahora bien, frente a este aparente silencio de la ciudadanía, la autora va más allá, y sugiere: “no era desmovilización, era otra cosa más profunda y más compleja lo que estaba sucediendo”. Por lo tanto, “lo que busqué fue considerar esas dos caras de la misma moneda –movilización y desmovilización– como un solo fenómeno (…) que normalmente se estudian como procesos separados, pero que lógicamente resultan difíciles de escindir o dividir. Cabe precisar que este lineamiento analítico forma parte de un entramado conceptual donde se incluyen fundamentos teóricos e ideas de varios investigadores/as COES, como Gonzalo Delamaza, Sofía Donoso, Emmanuelle Barozet, Marcela Cornejo, Javier Couso, Vicente Espinoza, Alfredo Joignant, Alejandro Marambio, María Luisa Méndez, Kirsten Sehnbruch y Dariela Sharim.
El impacto del post-trauma, la gobernanza de la Concertación y el modelo neoliberal en la sociedad civil
Para entender de mejor forma el contenido de la propuesta, resulta necesario abordar la idea de sociedad civil. En general, Camila pone de manifiesto el problema de su conceptualización como categoría analítica, dado que muchos actores y sectores lo han usado para su conveniencia. Según explica, en la teoría y práctica “sociedad civil” ha terminado por convertirse en una palabra “comodín”. Algunos/as autores/as, han señalado que la ambigüedad en su uso moderno tiene que ver más que nada con que hay dos formas amplias de entenderla, siendo el eje central de diferenciación la defensa u oposición al neoliberalismo. Por un lado, desde una arista más liberal y tecnocrática, la sociedad civil se entiende como una forma de externalizar y tomar las responsabilidades de las que el Estado no se hace cargo. Por otro lado, y en estrecha vinculación con los sectores políticos de izquierda(s), la idea de sociedad civil ha servido como “una nueva semántica para referirse a todo lo que se opone al Estado y al mercado”, y (además) para rememorar la pérdida de la nomenclatura de la palabra “pueblo”. A partir de estos antecedentes, la autora opta en su libro por definir a la sociedad civil de una manera amplia, como el “tercer sector”, haciendo explícita referencia a organizaciones que no forman parte del Estado ni del mercado.
En este contexto, la desactivación ciudadana en el periodo de reconstrucción democrática se presenta para Camila como el resultado de varios elementos que se entrelazan entre sí. En primer lugar, la multidimensionalidad del post-trauma colectivo que fijó la dictadura, desarticulando el tejido social que venía gestándose durante décadas. Como resultado, lo que ocurrió fue la emergencia de un periodo de silencio en el que primó la negación y el olvido. Esto se vivió claramente a principios de los 90 cuando “nadie quería hablar de política ni de la dictadura”. Ahora bien, precisa que, con la detención de Pinochet en 1998, se produce una especie de “irrupción de la memoria” que abre “la necesidad ineludible de revisar y tratar este pasado negado y silenciado”. A partir de aquí, de hecho, se logra posicionar en el debate público los derechos humanos.
En segundo lugar, se abordan las estrategias de gobernabilidad de los partidos de la Concertación, en una época caracterizada por la reconstrucción democrática. Se trata de un fenómeno que estaba ocurriendo a nivel latinoamericano, y en el que primó un paradigma basado en la búsqueda por la estabilidad, bajo la lógica de la evasión de los conflictos y “la política de los consensos”. De esa forma, se establecen acuerdos con ciertos actores estratégicos del empresariado y de los partidos de la oposición con la finalidad de lograr ciertas reformas. Además, se privilegiaron las políticas top-down propuestas por tecnócratas, dando poco espacio para la participación ciudadana en general.
Por último, en tercer lugar, se refiere a la imposición del modelo neoliberal como un proceso que por su naturaleza macrosocial (de política económica) engloba a los previamente explicitados. Se habla de este proceso en términos de ruptura, dado que termina con el proyecto de Estado nacional-desarrollista que venía ejecutándose desde la década del 30 hasta 1973. Desde ese entonces, comienza a regir una lógica desarrollista basada en la tecnocracia neoliberal, la expansión del mercado y la reducción del Estado, redefiniendo así las relaciones sociales y de producción bajo los fundamentos del libre mercado y la subsidiaridad.
En los 90, de hecho, lo que ocurre es la institucionalización del modelo, en términos de una “democratización del consumo”. Más precisamente, se abre y extiende el acceso al crédito y al endeudamiento, al mismo tiempo que los mercados son desregulados y no tienen supervisión. De acuerdo con la autora, la nueva sociedad de consumo representa uno de los cambios sociológicos más relevantes de la época. Sin ir más lejos, se potencia la estrategia individual por sobre las colectivas, se posicionan los discursos referidos a la meritocracia y el emprendimiento para representar eventuales formas de movilidad social, lo que finalmente deriva en la desafección política. En suma, en este periodo el mercado pasa a ser el eje organizador de la vida social, afectando distintas formas de ejercer la ciudadanía y participación cívica.
Movilización latente: la sociedad civil en 2011 y del estallido social
Frente a la tesis del debilitamiento o ausencia de la sociedad civil, a propósito de los procesos previamente descritos, la autora considera que el periodo analizado (1990-2010), más bien representa una especie de repliegue ciudadano hacia una (potencial) etapa de reestructuración; o bien, lo que en su campo de investigación se denomina como “movilización latente”. Esta premisa supone que en determinados momentos donde pareciera que los movimientos sociales se encuentran en una aparente desmovilización o “reposo”, lo que (en realidad) está ocurriendo es un proceso de reconfiguración. Es decir, una etapa donde se comienzan a incubar nuevas identidades y valores políticos. El repliegue ciudadano, aparece entonces como una consecuencia de la transformación histórica, política y socioeconómica, pero que también responde a las oportunidades y expectativas de un momento determinado.
En efecto, la investigadora explica que, más que una desmovilización o desactivación política, se trata de una fase de subsidencia, «un término geológico que uso y tomo de Gabriel Salazar, y que refiere al proceso de hundimiento de la superficie de un terreno, haciendo alusión a los momentos en que la sociedad civil y sus movimientos sociales tienden a desaparecer de la escena pública”. Pero enfatiza que los movimientos sociales no desaparecen, sino más bien “encuentran nuevas configuraciones y reconfiguraciones en su proceso de su articulación”. Hablamos de una fase que, en contraste a la idea de desmovilización, “permitió la reconstrucción más de fondo de la fuerza social”, cuyo resultado es un proceso de gran movimiento, “así como olas del mar que se retraen”, ilustra.
La explosión de “las olas” que se produce explícitamente en los años venideros –es decir, la emergencia del movimiento social a gran escala y su reconfiguración– no puede entenderse sino en estrecha relación con la movilización latente ocurrida en el periodo entre 1990 y 2010. Según la autora, los movimientos de los últimos años tuvieron lugar, en buena medida porque ya estaban consolidadas las bases para permitir su emergencia. En efecto, señala que en 2011, con el incremento de las marchas impulsadas por el movimiento estudiantil, hubo un punto de inflexión, ya que se condenó el lucro en todos los derechos sociales, se comenzó a exigir mayor equidad, y se cuestionó la desigualdad y falta de oportunidades producto del neoliberalismo.
En particular, el movimiento estudiantil de 2011 permitió el ingreso a nuevos actores y demandas, que comienzan a aglutinarse, como las protestas de los movimientos medioambientalistas y de los regionalistas. En este mismo año, “emerge con ímpetu la discusión respecto a la legitimidad de una Constitución creada durante la dictadura militar, así como el llamado de algunas organizaciones a la redacción de un nuevo documento constitucional”, señala en el libro. Con el 18 de octubre de 2019 convergen las mismas demandas de 2011, a las que se suman otras más, como las pensiones y los feminismos, por nombrar algunas y que: “finalmente, hemos sido testigo/as de una gran demanda que se definió como `dignidad´, y en la que ya no se precisan liderazgos definidos”. En suma, todo esto supone la necesidad de repensar y revisar teóricamente los movimientos sociales, la participación cívica y la ciudadana.