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[NOTA] Nuevos territorios de interés económico: tensión entre pequeñas centrales hidroeléctricas de pasada y comunidades locales

Por Karin Viveros

En esta cuarta sesión del Coloquio de Conflictos Territoriales, el académico Fernando Campos presentó su investigación acerca de la instalación de proyectos hidroeléctricos y la construcción de territorialidad, desarrollada en el marco del proyecto “Modernización Ecológica en Chile”, junto a Verónica Noguer, que les llevó a preguntarse acerca de si los territorios de producción energética son los mismos para la comunidad, las empresas y la política.

Su reflexión surge a partir de la idea de que existió un cambio en el modelo de producción energética después del caso de Hidroaysén, con la desaparición de mega proyectos de embalses y la activación masiva de proyectos de centrales de pasada en la precordillera. En base a lo cual, se buscó analizar la dimensión espacio-temporal de este cambio en la producción energética.

En términos temporales, encontraron un aumento de las pequeñas centrales hidroeléctricas, menores a 100MW, desde 1990 a la actualidad, especialmente desde 2004, cuando explota la cantidad de pequeñas centrales de pasada. Así, durante el periodo 2005-2018, poco más del 50% de la producción hidroeléctrica viene de pequeñas centrales de pasada. En términos espaciales, la instalación de proyectos hidroeléctricos se ha concentrado en una zona de producción que va desde la región de Valparaíso a la de Los Lagos, variando durante diferentes períodos el establecimiento de proyectos en las distintas cuencas o sectores de estas. En suma, hay un patrón de producción de energía que ha ido cambiando en los últimos 70 años, territorial y espacialmente.

El expositor menciona la existencia de una alternancia en la instalación de los proyectos, con un patrón territorial de intensificación de lugares productivos existentes hasta la apertura de otros nuevos, alternando tamaños y tipologías de producción eléctrica. Esto se encontraría muy relacionado con la existencia del sistema interconectado de energía, dependiendo de las trayectorias ya abiertas, que lleva a producir en zonas que ya se está produciendo. Por ende, la producción energética no es de proyectos aislados, sino que tiene un patrón sistémico y la afectación territorial a las comunidades locales sigue ese patrón.

Al respecto, Campos menciona que encuentran una construcción de territorialidad distinta entre las comunidades y la política energética: mientras las comunidades se centran en las localidades afectadas, los inversores y la política pública observan los proyectos como una totalidad, a nivel nacional. Hay un correlato sobre esta forma territorial de acción, por ejemplo, tras el discurso estatal de la disminución de precios en energía que, en base a una economía de escala para el país, legitima la intensificación de la instalación de pequeños proyectos hidroeléctricos o el establecimiento de mega proyectos.

Esta expansión de la producción energética, mediante centrales de pasada, crea una nueva geografía productiva en Chile, donde la precordillera se activa como lugar de producción hidroeléctrica, incluyendo los proyectos de transporte de energía. Y, la producción de energía es realizada mediante una tecnología que es vista como un recurso alocativo y autoritario, con la capacidad de ejercer control sobre personas, objetos y territorios: se construye un territorio que no es comprendido-vivido por todos de la misma forma. Ese desfaz entre la comprensión del territorio que tiene cada uno de los actores y las formas de intervención es la base para hablar de desincronización territorial. Una lectura crítica de la propuesta de Hartmut Rosa acerca de que los conflictos asumen un mecanismo de sincronización, en este caso, mecanismos sociales provocan desincronizaciones, que generan beneficios para algunos y perjuicios para otros.

Dentro del panorama general del estudio de los conflictos socioambientales en Chile, este enfoque se plantea como una complementariedad o alternativa a investigaciones ya realizadas. A diferencia de las investigaciones que localizan el conflicto en los territorios, la propuesta que presenta Campos, es ver la construcción de territorialidad a partir de los conflictos, considerando la construcción del territorio como un horizonte de acción, una propuesta hacia el futuro que, sin embargo, está arraigada en la realidad presente, tomando como referencia a A. Schütz y la idea de los horizontes de acción.

Finalmente, surgieron muchas preguntas en el debate, especialmente, en torno a esta dimensión temporal abordada en el análisis, sobre las orientaciones de futuro y la construcción territorial de las comunidades, sobre el concepto de (des)sincronización territorial y su aplicación empírica sobre los conflictos socioambientales y, también, sobre el efecto acumulativo o de sedimentación que tendrían los proyectos hidroeléctricos en la construcción de territorialidad de los habitantes locales, generando un interesante debate sobre la propuesta teórica e investigación que se encuentran pronto a publicar Campos y Noguer.

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