Publicado en La Segunda
Tres especialistas en sicología social y riesgo advierten que mensajes del Gobierno hacen peligrar los resultados obtenidos hasta ahora.
El Presidente Piñera prefiere hablar de “retorno seguro”; Mañalich insiste en “nueva normalidad”. Pero cualquiera sea la expresión, la nueva política llega cuando recién la ciudadanía digiere el aislamiento: la autoridad anunció el regreso “gradual” de los funcionarios públicos a las oficinas y el retorno a las aulas en mayo.
Para expertos en comportamiento social, el Gobierno ha dado mensajes contradictorios, que confunden y arriesgan los resultados obtenidos. De hecho, en los últimos días se ha visto más gente en las calles, justo cuando estamos al borde de un primer peak de contagios.
Por eso el sábado 18 de abril el consejo covid19 asesor del Minsal -conformado principalmente por epidemiólogos- advirtió al Ejecutivo que “todos estos anuncios pueden crear un falso ambiente de fin de crisis, menoscabando los esfuerzos comunicacionales de la autoridad sanitaria sobre las medidas de prevención”.
El Gobierno defiende que varios países se preparan retomar actividades y que la “nueva normalidad” es un concepto internacional. Mañalich dijo hoy que se acuñó en Austria, donde el 14 de abril y con solo cuatro semanas de cuarentena, las autoridades hablaron de dar paso a una nueva normalidad. La diferencia es que en ese momento ellos y el hemisferio norte comenzaban la primavera.
Apuesta riesgosa
Roberto González, investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (Coes) y académico de psicología UC, alerta que la autoridad está dando señales contradictorias que pueden confundir a la población, arriesgando las cifras que sostienen su optimismo.
“El problema del supuesto de gradualidad es que no sabes cuánta gente va a salir a la calle al mismo tiempo. Es como cuando te vas temprano de vacaciones para evitar el taco, pero todos salen a la misma vez. Yo habría esperado que estuviera más instalada la autorregulación para entregar ese mensaje (…) genera la sensación de estar saliendo de un momento negativo, pero le puede estallar en la cara al gobierno”, asegura González.
La normalidad, explica, tiene que ver “con la conducta que uno percibe que predomina en el resto”, con lo cual el salir podría terminar masificándose. Por eso en situaciones de crisis, cuando prima la incertidumbre, “la gente necesita claridad, no ambigüedad”, con normas claras y un discurso que refuerce el protegerse.
Explica que el temor es una emoción que lleva a conductas de evitación; en este caso, quedarse en casa. “Y la información clara nos ayuda a entender no solo por temor”, añade. Por eso cree riesgoso apurarse en transmitir una sensación de normalidad: “El Gobierno se puede comprar un problema. Yo sería más cauto. Evitaría ese riesgo innecesario de perder el capital logrado cuando todavía queda por recorrer un buen tramo”.
Al abrir la puerta para vivir “con un poco más de libertad”, dice, cada uno puede entender algo distinto dependiendo de la información que dispone. A eso suma que “hay gente que aún cree que no le pasará nada” y que en general las personas no toman conciencia de una situación riesgosa “hasta que lo experimenta en su carne o lo ve en alguien cercano”.
Gonzalo Bacigalupe, investigador del Cigiden –centro de la UC, U. F. Santa María, U. A. Bello y UC del norte- y académico UMASS Boston, considera que se está transmitiendo “una cierta levedad en relación a esta pandemia”. En contextos como el actual, afirma, “es mejor prepararse para el peor escenario”. Sobre todo en salud, donde debe primar “el principio precautorio”. La estrategia es de alto riesgo y podría terminar afectando mucho más “la máquina económica”.
“Estamos siendo una especie de conejillos de india de una estrategia por la cual no me jugaría. Es un experimento muy peligroso”. Añade que la autoridad está siendo “extremadamente optimista” al optar por un contagio en manada, que no funcionó en Gran Bretaña. “Creo que la estrategia es que la gente se contagie y asumo que se muera, progresivamente. El mensaje de vuelta a clases es irrealista, porque la infraestructura pública de educación no permite tomar medidas como en Dinamarca o Alemania. Es una bomba de tiempo”, señala.
Además, dice que ni siquiera estamos preparados para las medidas de resguardo: “No sabemos ocupar bien las mascarillas, la higiene de las manos es difícil porque no hay acceso a agua y jabón en todos lados y la infraestructura dificulta la distancia social. Me preocupa el mensaje de la autoridad, porque asume que todos podemos adoptar esas medidas y no es así”.
Andrés Gómez, director del Departamento de Antropología de la U. de Chile, advierte que las señales contradictorias ya dadas “pueden generar respuestas alejadas de lo esperable, en lo que se denominan catástrofes de sentido social”. Eso conlleva el riesgo de que “emerjan configuraciones sociales para las cuales no estén adecuadas las decisiones expertas”. Hoy, dice, la ciudadanía está “ensayando los límites de lo social, buscando espacios”, lo que “implica la petición de restricciones que parecen un contrasentido para las libertades individuales”.