Publicado en La Segunda
“Las capuchas se resignificaron con las mujeres”, señala la psicóloga Gloria Jiménez-Moya. Karla Rubilar estimó que la convocatoria fue de 800 mil personas ayer.
Dos millones de asistentes llegaron ayer a la marcha feminista 2020, según las organizadoras. Carabineros cifró la asistencia en 150 mil personas. Karla Rubilar, ministra Secretaria General de Gobierno, desestimó esta cifra: “No comparto el número que manifestó Carabineros. La marcha del año pasado fue de 200 mil personas, según Carabineros, esta fue más grande. Diría que, entre entradas y salidas de mujeres, llegaron a cerca de 800 mil. No más que eso”.
Como sea, la asistencia fue un éxito y las mujeres que coparon la Alameda bailaron, cantaron y manifestaron a viva voz la necesidad de un cambio social. Y a diferencia de otras manifestaciones menos masivas, no hubo mayores episodios de violencia..
Alondra Carrillo, vocera de la Coordinadora Feminista 8M, advirtió esta mañana: “Hubo una represión desmedida por parte de Carabineros. Hay una compañera en la Posta Central que puede perder la rodilla por un disparo de una bomba lacrimógena. Las asistentes se vieron afectadas por el gas pimienta y otras fueron quemadas por carro lanzaaguas. Nosotras recepcionamos al menos 40 mujeres heridas”.
Javiera Arce, secretaria Ejecutiva de la Unidad de Igualdad y Diversidad, magíster en Ciencias políticas y académica de la UC, analiza el buen comportamiento de las manifestantes: “Este es otro público (distinto al de las marchas habituales). De mujeres adultas mayores, niñas, jóvenes. Con la cantidad de gente hubiese sido impresentable que hubiera surgido un foco de violencia. Las rutinas son tan preformativas que requiere que el ambiente sea lo más pacífico posible”.
El hecho de que haya sido una marcha sin hombres también aportó. “No tiene que ver con un tema separatista, tiene que ver con seguridad, y se entendía así. Los hombres son más violentos”.
“El feminismo, como movimiento social, no se define en términos que tengan que ver con violencia. Es lo que llamamos en psicología social, el contenido de la identidad”, señala Gloria Jiménez-Moya, académica de la Escuela de Psicología de la U. Católica. “La identidad del grupo no es una que acepte la violencia ni que se relacione a través de la violencia. Más bien tiene que ver con la hermandad, con la sororidad, con la comprensión, con la ayuda. Si pones a un millón de personas a interactuar, con reglas implícitas que no incluyen la violencia, obviamente no va a haber violencia. Es un movimiento combativo y de lucha, pero no de violencia física. Las capuchas se resignificaron con las mujeres, no tenían que ver con violencia, ni agresiones, ni aspectos ilegales, tenían que ver con creatividad, ser valientes, luchadoras, desafiantes y combativas, desde un punto de vista más simbólico. En la marcha se respiraba tranquilidad, muchas dijeron no estar asustadas a pesar de la cantidad de gente, lo que se asocia a los valores del movimiento. La violencia no tiene espacio en el feminismo”.
Y añade: “Los hombres pueden ser feministas desde un espacio más invisible. No tienen que quedar al margen del cambio social, pero pueden tener otros roles, como los que se quedaron en su casa para que las madres fueran a la marcha”.
“Las mujeres nos resguardamos las espaldas”
Carmen Andrade, socióloga y directora de la Dirección de la Igualdad de género de la U. de Chile cree que hay otras razones. “Históricamente, las mujeres son más pacíficas, es cosa de ver los registros penales. Pero también tenemos una cultura de cuidarnos entre nosotras, de avisar cuando llegamos. Nos resguardamos las espaldas”, comenta. “Se debe reconocer el esfuerzo por parte de la fuerza pública, de implementar Carabineras. Esto tal vez inhibe la violencia. Muchas veces todo se desata por acciones a propósito de las fuerzas policiales”.
“Esta manifestación marca un cambio en dos sentidos. El feminismo se ha instalado como sentido común, ya no son solo llevadas adelante por un grupo. Se instaló en todas. Lo segundo que moviliza es la cierta esperanza de que las cosas puedan cambiar”.
Luna Fogliatti, doctora en filosofía política y académica, señala: “Las voces de las mujeres son puestas sobre la mesa, en razón a la necesidad de luchar contra la invisibilización a las situaciones de violencia y vulneración de nuestros derechos. La convocatoria masiva da cuenta de que esta lucha no es algo esporádico, ni responde a un episodio único, sino que va a trascender y permanecer en el tiempo, en tanto no se resuelvan las demandas que estamos levantando”.
Fue una marcha variada, “con abuelas, madres, niñas, jóvenes, representantes de la diversidad sexual, migrantes, que se manifestaban de manera festiva y alegre, con pañoletas, con pancartas bordadas, etc, por lo que las formas de manifestarnos tampoco es única. El feminismo rompe los patrones tradicionales con los que entendemos el mensaje político, logra enviar un mensaje que utiliza distintos códigos y se transforma en una performance, utiliza cuerpo, rostro y capucha. Los distintos feminismos utilizan su forma individual y colectiva de comprender el ejercicio de la política”.
“El feminismo —añade— está en el corazón mismo de la necesidad de transformar un orden social porque somos las mujeres quienes vivimos un rol de precarización y de invisibilización de nuestro rol político histórico. Hoy más que nunca está presente, exige y lucha para generar cambios sustantivos en el orden social. Hay una alta responsabilidad de Carabineros en cómo ha enfrentado las manifestaciones, hemos visto las violaciones sistemáticas a los derechos humanos y cómo el gobierno ha tenido una reacción casi nula respecto a las muertes que han habido esta misma semana. Es nuestro derecho ocupar las calles”.