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[NOTA] COES discute sobre el nuevo pacto social en Seminario de reflexión con académicos y activistas de la sociedad civil

El pasado viernes 25 de octubre se llevó a cabo una jornada interna del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) en las dependencias de Fundación Colunga, que contó con dos paneles de debate: académicos y representantes de la sociedad civil, quienes discutieron con diversas posturas sobre la crisis social que atraviesa Chile y cómo avanzar hacia un nuevo contrato social.

El primer panel se compuso por activistas de la sociedad civil con Óscar Contardo, periodista y escritor; Marcela Ríos, coordinadora del área de Gobernabilidad Democrática del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y miembro del Consejo Social de COES; Loreto Wahr, gerenta de la Inmobiliaria Social de Techo-Chile; y Mario Orellana, Director Social del Diplomado de Formación de Dirigentes. Mientras que el segundo panel estuvo formado por académicos, donde estuvieron las sociólogas del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile e investigadoras COES, Emmanuelle Barozet y Sofía Donoso; el urbanista e investigador del Fondap CEDEUS y profesor del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Javier Ruiz-Tagle; y Salvador Millaleo,  miembro del Consejo del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) y profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. En ambas discusiones moderó Dante Contreras, director de COES y profesor titular de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.

Marcela Ríos (PNUD-COES) destacó la falta de conexión no sólo de la élite política, sino también del mundo académico e intelectual, quienes tratando de posicionar sus investigaciones para mostrar cómo predijeron el estallido, han perdido un poco la humildad. Si bien es importante reflexionar en torno al diagnóstico, importa también entregar soluciones desde el mundo del pensamiento. Para Ríos, una de las grandes claves para entender el conflicto tiene que ver con la desigualdad, la que refiere no solo a un tema de ingresos, sino también a género, etnia y sensación de vulneración en el trato. También tiene que ver la relación entre la sociedad y la política, donde “los partidos no han logrado recomponer una relación con la ciudadanía que permita ser un instrumento eficiente de canalización de intereses”. A su vez, hizo hincapié en que “ciudadanos y ciudadanas le atribuyen responsabilidad por la desigualdad a las élites”, y así, a partir de la rabia de la gente, se ha pasado de un malestar difuso a un malestar activo.

El periodista Oscar Contardo, contó que escribir sobre “clase” en Chile era algo muy rechazado anteriomente. Para Contardo, las élites chilenas comparten un elemento importante que es la negación, donde “hay cosas que no se pueden decir, hay cosas que no se pueden escribir, hay cosas de las que no se puede hablar, porque si las dices, las escribes o las hablas, eres un re-sen-ti-do. Y eso, en Chile, es peor que ser ladrón”. Tanto en el libro “Siútico”, sobre el arribismo y el clasismo, como “Raro”, sobre la homosexualidad masculina, y “Rebaño”, sobre clase y religión, responden a “cómo el poder amarra la posibilidad de describir directamente situaciones que son evidentes en las que se reproduce una y otra y otra vez, y se justifica la discriminación y la desigualdad”. Esto está distribuido por todos lados y afecta nuestro lenguaje y nuestra capacidad de percepción, explica el escritor.

Por su parte, Loreto Whar señaló que hoy, las organizaciones civiles “estamos tomando un rol, porque somos quienes estamos en el territorio, pero siempre desde ámbitos muy acotados”. Además, recalcó que lo importante ahora es saber en qué se traduce el nuevo pacto social y pensar en “cómo” lo hacemos posible.

Mario Orellana, vecino de Renca y dirigente social, aseguró que su lucha está en la creación de políticas públicas donde los pobladores estén presentes, para así poder establecer las verdaderas necesidades en temas de vivienda, educación, salud, trabajo y género. Pero, para ello, es necesario tener una conversación sin militares y comenzar una nueva Constitución. “Nuestro aporte es que vamos a seguir en las calles hasta que tengamos soluciones concretas desde la institucionalidad, pero que estén enfocadas en las necesidades reales del pueblo”. En este espacio, también criticó a las organizaciones sociales, las que “no ha llegado a ningún lado en casi 15 años (…) miramos con sospecha estos espacios”, donde cuenta que los suelen invitar a participar y dialogar haciendo uso de metodologías novedosas pero que no terminan en algo concreto.

En el segundo panel, Emanuelle Barozet contextualizó el ciclo de protestas que se han estado desarrollando en distintas partes del mundo, como en El Líbano, Egipto, Ecuador y Francia el año pasado, donde destaca que este es un buen momento para retomar ciertas discusiones, como las clases sociales, la dominación y la represión. Ante el conflicto actual, Barozet señala que “este no es solo un problema de redistribución, es también un problema de reconocimiento”, donde el mayor desafío está con los pueblos indígenas. Agrega que, sin justificar los saqueos ni las detenciones del gobierno, “hay que asumir la violencia en este tipo de fenómenos (…) no hay movimiento de esta amplitud sin expresión de violencia (…) La represión en los sectores populares y en el sur de Chile ha estado presente hace mucho tiempo solo que ahora nos toca verla, a los privilegiados, desde un poquito más cerca en este último tiempo”.

Desde la defensa de los derechos humanos, Salvador Millaleo se refirió a las 12 querellas por vulneración a los derechos humanos con connotación sexual de mujeres adultas, niñas y adolescentes, “no es algo nuevo en la represión de las protestas (…) es un patrón instalado”. Además, habló de centro de detención Baquedano, donde aclaró que no había gente detenida, pero que sí es efectivo que encontraron antecedentes para iniciar una investigación. Por último, mencionó que el conteo que lleva el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) es a través del Ministerio de Justicia, cuyos datos se obtienen a partir del Servicio Médico Legal.

Para la socióloga Sofía Donoso, el conflicto se ha conversado y debatido mucho entre académicos, “nuestros datos están muy encerrados en una burbuja entre nosotros” y hace falta una estrategia para difundir los diagnósticos a las personas que están tomando las decisiones en La Moneda. De manera que la academia debe pensar en respuestas a corto, mediano y largo plazo, y junto con ello, cuando se comiencen a analizar los cambios, no perder de vista todo lo que ha pasado en materia de derechos humanos.

Por último, Javier Ruiz-Tagle habló sobre la necesidad de disponer de herramientas para que la gente pueda discutir “y ese es el rol que ahora podemos cumplir nosotros”. Esto, a propósito de un documento que hizo, “Poniendo las cosas en contexto”, y que se viralizó en redes sociales, donde estimó las pérdidas de la evasión masiva en relación a evasiones, elusiones, fraudes al fisco, colusiones y otras fuentes de desigualdad en Chile. A modo de cierre, Dante Contreras consideró importante redefinir las agendas de investigación y hacer nuevos grupos de trabajo, ya que “esto no para acá”, dijo.

Ante preguntas del público sobre las barreras para cambiar la Constitución, Salvador Millaleo respondió que la Constitución “no permite reformas dentro del sistema (…) solo se podría hacer con una ruptura jurídica (…) introducir dentro de la Constitución un plebiscito que pudiese llamar a un reemplazo total de la Constitución, que es lo que trató de hacer Bachelet”. Gonzalo Delamaza se refirió a la relevancia del proceso social que permite llegar a eso, como por ejemplo, a partir de una Asamblea Constituyente o plebiscitos de origen ciudadano.

Cambiando de tema, Cristóbal Rovira hizo hincapié en que los académicos reunidos en esta jornada no están al tanto de qué está leyendo y pensando la élite al respecto: “si ustedes leen ciertas columnas de opinión, como la de Gonzalo Cordero en La Tercera ayer, yo la leo y digo: ¡Dios mío! Y esta es una persona que tiene llegada al gobierno y que la lectura que está haciendo es radicalmente distinta a la que tenemos en esta sala”. En esta línea, Rovira propone armar mesas de diálogo con el CEP, la Sofofa u otros para saber qué están pensando. “Creo que esto no va a parar si es que no hay, al menos, una reforma estructural al sistema y yo no veo al día de hoy que esa élite esté dispuesta a transar algo del modelo”. En respuesta a ello, varios actores opinaron con rechazo, Javier Ruiz-Tagle contestó que “esto podría ser un diálogo de sordos, ya que ellos no quieren cambiar, por más evidencia que tengan, ellos son los dueños de Chile y financian estudios para mantenerse estando en la élite”.

Recapitulando, Contreras mencionó que el diagnóstico no ha penetrado en la élite, y que ésta además es negacionista, es decir, no quiere escuchar. “Hay que prepararse para un eventual no-diálogo. Estamos todos llamando a un acuerdo social (…), pero si no hay liderazgo, por una parte, y por otro lado, si es que la otra parte no quiere conversar, ¿cuál es es el equilibrio?”

Monica Gerber señaló que esta negación al diálogo responde también a que “tenemos bases ideológicas distintas de entender el mundo y creo que hay preguntarse hasta qué punto nos podemos encontrar”. Carolina Aguilera, opinó que esta doble estrategia -reunirse tanto con organizaciones sociales como con la élite política- podría ser negativo para el Centro, generando sospecha en lo que se refiere a la “cocina política”. A lo que Sofía respondió que “hay que redoblar esfuerzos como académicos y como ciudadanos en todos los frentes (…) y agrega que hoy, las condiciones cambiaron.

Para cerrar, Jorge Atria recordó que: “la producción de ciencia nunca ha tenido un único destinatario, tiene que estar abierta a los múltiples actores (…) No se puede callar a la ciencia, y no es entrar en politiquería, sino que es poner a disposición de la sociedad y sus múltiples actores, cuáles son las consecuencias de lo que nosotros estamos observando desde la producción científica que tiene esa doble cara: ser ciudadanía involucrada y buscar la transformación social, que es la promesa, al menos de la ciencias sociales, desde el siglo XX”.

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