Desde hace diez años, la socióloga Carolina Aguilera, investigadora COES e investigadora postdoctoral del Instituto Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica de Chile, estudia las conmemoraciones a víctimas de la dictadura en formas de memoriales; en particular, cómo estos se instalan en la sociedad y en el territorio en la reconstrucción democrática postdictatorial. A partir del “Monumento a los héroes y mártires del pueblo”, ubicado en la población La Legua, da cuenta cómo es la vida cotidiana del lugar y cómo los monumentos conllevan una reapropiación identitaria del territorio. Este artículo, titulado “Conmemoraciones a los caídos en dictadura en lugares marginales de la ciudad. Larga duración y translocación en el monumento de la población la Legua, Chile”, publicado en Kamchatka, forma parte de su tesis doctoral en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Mientras algunos arquitectos urbanistas consideran que los monumentos conmemorativos dejaron de tener una relevancia urbana, las organizaciones de Derechos Humanos demandan la construcción de este tipo espacios como formas de objetivar un recordatorio y un reconocimiento social a los hechos acontecidos. Esta investigación, realizada a partir de entrevistas en profundidad y etnografía, da cuenta que la construcción de monumentos conmemorativos para las víctimas de violencia política sigue siendo uno de los procesos sociales más relevantes en las políticas públicas de memoria en sociedades postconflicto. De esta manera, se han declarado monumentos históricos los sitios de Villa Grimaldi, Londres 38 y el Estadio Nacional, como así también, se han construido memoriales conmemorativos.

“Los espacios conmemorativos forman parte de la política de reparación que el Estado ha impuesto para reparar a las víctimas de la dictadura (…)”, explica Aguilera. Y agrega que para las organizaciones que se agrupan desde el punto de vista de la memoria, es necesario que se reconozca el sufrimiento de manera pública, ya que durante la dictadura se negó de manera oficial la existencia de detenidos desaparecidos. “Es una búsqueda de reconocimiento. Los memoriales conmemorativos buscan que se materialice el reconocimiento del Terrorismo de Estado, que este reconocimiento público sea visible, concreto, objetivo, que esté instalado en la forma de un monumento”.
Según Carolina, estas organizaciones suelen tener una concepción “clásica” de la ciudad y del espacio, al considerar que “si alguien tiene un monumento es porque es alguien importante, que lo merece. Ellos buscan que las personas que sufrieron violaciones a los derechos humanos, pero que al mismo tiempo soñaron por un país más justo, tengan un reconocimiento público, que se sepa que no murieron por casualidad, sino que murieron por un proyecto político”. Y al mismo tiempo, desde un punto de vista afectivo, explica que: “una parte importante de las víctimas en dictadura son detenidos desaparecidos, por lo tanto, no tienen tumbas. No hay ningún lugar donde ir a dejar una flor. De manera que estos espacios de alguna forma también cumplen esa función del ritual conmemorativo a la persona a la que no se quiere olvidar y que es significativa para cierta comunidad”.
En Santiago, hay 12 monumentos “a los caídos”, homenajes colectivos a personas que pertenecían a un determinado territorio, donde destaca el Monumento a los héroes y mártires del pueblo, ubicado en la Legua Nueva, que fue construido por familiares y vecinos. De 30 metros cuadrados, este monumento se compone de tres figuras humanas de hormigón y dos placas. Una de ellas lleva una parte del poema Canto General de Pablo Neruda y la otra lleva inscrito: “Al Presidente Salvador Allende… a los héroes y mártires del pueblo”, seguido por los nombres de las 76 personas que murieron entre 1973 y 1986. La particularidad del territorio es haber sido una población obrera, altamente politizada de izquierda, que tuvo una gran represión policial en dictadura. Junto con ello, fue la primera población en tener una ruta patrimonial para el Día del Patrimonio Nacional.
La Legua “surge como mucho otros lugares de Santiago, como un espacio social fuertemente articulado política y socialmente, y que fue base social de la Unidad Popular”. El 11 de septiembre de 1973, el presidente Salvador Allende llamó a los trabajadores a reunirse en las industrias que integraban los Cordones Industriales con el fin de hacer resistencia. Un grupo armado de izquierda se enfrentó a un helicóptero de la FACH y a un bus de carabineros, donde murieron 9 de estos, siendo la mayor baja del golpe militar. “Eso dejó a La Legua marcada como un lugar súper conflictivo y al que había que reprimir. Pero también la dejó marcada como un lugar de resistencia heroica”, cuenta Aguilera.
Para finalizar, Aguilera concluye que en la actualidad “el monumento conmemorativo lejos de estar muerto, forma parte de la vida urbana en las sociedades postconflicto y representa una reivindicación de la lucha social”. En cuanto al monumento a los caídos de la población La Legua, señala que, “si bien (este lugar) está acechado por la violencia social, tiene la capacidad de abrir espacios de reapropiación de las memorias políticas y sociales” que, junto a otras acciones, logran recuperar la ciudad para sus habitantes.