Por Héctor Carvacho (COES – Pontificia Universidad Católica de Chile)
Publicado en La Segunda
El asesinato de Camilo Catrillanca ha volcado nuestra atención a la violencia en La Araucanía. Las autoridades han respondido de forma enfática a las múltiples aristas que este lamentable hecho ha involucrado, incluyendo un cambio radical en el alto mando de Carabineros.
Sin embargo, hay dos aspectos que llaman la atención. Primero, el asesinato de Catrillanca no estaba en los planes de nadie y, por tanto, las respuestas tampoco. Las condiciones que llevaron a su asesinato, desde la discriminación institucional hasta la violencia de Estado sobre el pueblo mapuche, sí han sido parte de la discusión política por décadas. Segundo, la percepción de inseguridad, la apreciación sobre la severidad del conflicto y la justificación del uso de la violencia por parte de agentes del Estado o de grupos radicalizados a favor de la causa mapuche son más intensos en Santiago que en La Araucanía, como han mostrado diferentes estudios.
Una aproximación diseñada desde Santiago, difundida primariamente a través de los medios de comunicación, que aborda sobre todo el problema de la seguridad, puede ser efectiva para lo no planificado, para sobrevivir la crisis política y controlar a la opinión pública. Pero no permite pensar los problemas de fondo que enfrentan las comunidades rurales y todas las víctimas de un conflicto de muy larga data.
Cuando la amenaza gobierna las decisiones, la motivación primaria está en reponer el orden y resguardar lo existente. Este es un fenómeno psicológico bien documentado que opera tanto en nuestras decisiones personales como en el modo en que las autoridades enfrentan las crisis políticas. Esto es particularmente relevante entre personas que valoran el orden y la seguridad. Durante estas semanas, el Gobierno ha tratado de restablecer el control de Carabineros, ha intentado volver a poner la agenda política en sus manos y transmitir a la población que esto es un hecho aislado para el cual se han tomado las medidas adecuadas.
La amenaza está siendo controlada. La normalidad será repuesta. Esa normalidad en la que bajo la justificación del terrorismo (que ha visto condenados en la justicia a menos de una decena de personas en la última década) se abusa del uso de la violencia por parte del Estado y que permite que un grupo importante de chilenos viva permanentemente bajo la amenaza de ser discriminados por su etnicidad.