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[OPINIÓN] Is Latin America Facing a Wave of Right-Wing Populism?

Publicado en Project Syndicate

Por Cristóbal Rovira

El 7 de octubre, aproximadamente el 46% del electorado brasileño votó por Jair Bolsonaro por presidente. Esto significa que casi 50 millones de brasileños respaldaron a un político que propugna una retórica populista radical de derechas, marcada por el autoritarismo, la xenofobia y la misoginia. ¿El éxito de Bolsonaro augura una nueva era de política radical de derecha en América Latina?

El resultado de las elecciones brasileñas es ciertamente motivo de preocupación. Aunque Bolsonaro, quien proviene del mundo militar, fue el favorito, pocos pensaron que lograría más del 40% de los votos en la primera vuelta. En lugar de un resultado ajustado entre Bolsonaro y Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores (PT), que terminaría con la victoria de Haddad, todo indica que Bolsonaro será el próximo presidente de Brasil.

Muchos observadores argumentan que la ola de populismo de derecha que ha envuelto a Estados Unidos y gran parte de Europa se dirige ahora hacia América Latina, donde existen las condiciones propicias para que prosperen políticos populistas. Pero si bien esta preocupación tiene ciertos fundamentos, existen diferencias clave entre el contexto latinoamericano, e incluso el brasileño, y el de Europa y Estados Unidos.

En Europa, el principal problema que alimenta el apoyo a la derecha radical es la inmigración, tema que escaló a lo alto del debate público por la afluencia masiva de refugiados que alcanzó su punto álgido en 2015. Sin embargo, en América Latina los ciudadanos están mucho más preocupados por la prosperidad económica y la seguridad pública que por la inmigración.

En cuanto a los Estados Unidos, la agenda del presidente Donald Trump, al igual que su victoria electoral, depende de la lealtad partidista. Los líderes republicanos pueden tener sus problemas con el estilo de Trump, pero su apoyo ha sido vital para los logros de su administración. Un ejemplo de esto es la confirmación para la Corte Suprema de Brett Kavanaugh, cuya respuesta a las acusaciones de agresión sexual durante el proceso de confirmación lo hubieran descalificado bajo circunstancias menos partidistas.

Por el contrario, Bolsonaro no tiene una poderosa maquinaria partidista para respaldarlo, aunque se rija por las reglas y normas. Es miembro del Partido Social Liberal, que ha cambiado gran parte de su plataforma – abrazando políticas sociales más conservadoras – desde que Bolsonaro se unió este año.

El fenómeno Bolsonaro ni siquiera es representativo de la política latinoamericana más amplia, que últimamente se ha desplazado hacia la derecha, pero sigue siendo moderada. Tanto Mauricio Macri en Argentina como Sebastián Piñera en Chile, elegidos en 2015 y 2017 respectivamente, han gobernado como líderes de centro-derecha.

Teniendo en cuenta esto, parece claro que el surgimiento de Bolsonaro es el resultado directo de las circunstancias particulares de Brasil, que incluyen una devastadora recesión económica y revelaciones de escándalos de corrupción masiva que han manchado el PT y a toda la clase política del país. Pero el hecho de que una presidencia de Bolsonaro no formaría parte de una ola populista de derecha más amplia en América Latina no hace que la perspectiva sea menos peligrosa para Brasil.

Estas condiciones son muy similares a las que facilitaron, a fines de la década de 1990, el auge del venezolano Hugo Chávez, quien implementó reformas institucionales radicales que le dieron un poder prácticamente ilimitado para subvertir los procesos democráticos. Esas reformas son una razón clave por la cual el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, ha podido convertir al gobierno de Venezuela en un régimen autoritario.

¿Podría una presidencia de Bolsonaro representar una amenaza similar para la democracia de Brasil? La respuesta corta es sí, precisamente porque, al igual que a Maduro, sería difícil para Bolsonaro gobernar de otra manera.

Para gobernar legítimamente, Bolsonaro necesitaría asegurar un amplio apoyo público y entre las élites políticas y empresariales. Sin embargo, aunque el nuevo Congreso de Brasil es más conservador que el anterior, está muy fragmentado, con partidos de izquierda y de derecha que han perdido apoyo. Esto dificultará que el próximo presidente continúe con su programa legislativo, a menos que logre asegurar el apoyo de una amplia coalición.

Por su parte, la comunidad empresarial está dividida sobre la agenda económica de Bolsonaro. Muchos expresan serias dudas acerca de la sostenibilidad de las reformas neoliberales propuestas por su equipo económico.

Además, si el país elige a Bolsonaro, es posible que tenga dificultades para mantener el apoyo popular, dado los desafíos que enfrentará para cumplir sus promesas de campaña. Si no puede producir resultados rápidamente, grandes segmentos de la población podrían volverse en su contra, especialmente dado que el PT conserva una gran base de apoyo que se puede esperar genere una resistencia concertada a una administración de Bolsonaro.

Bajo estas circunstancias, Bolsonaro y sus aliados militares bien pueden recurrir a socavar la democracia de Brasil, como lo hizo Chávez en Venezuela. Esto podría incluir no solo gobernar por decreto y purgar instituciones estatales, sino también silenciar a los medios de comunicación y reprimir a la sociedad civil. Esto sería irónico: durante la campaña, Bolsonaro a menudo advirtió que un gobierno del PT transformaría a Brasil en Venezuela con sus políticas izquierdistas, aunque las administraciones anteriores del PT no lo hayan hecho.

Como lo ha indicado el ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, puede que no sea una amenaza realista, pero ha ayudado a Bolsonaro a movilizar a los votantes que ya estaban enfadados con el PT – y con el sistema político en general – por su participación en escándalos de corrupción masivos. Si esta (comprensible) ira nubla el juicio de los brasileños hasta el punto de elegir a Bolsonaro, sus peores temores pueden hacerse realidad. Su país será arrojado al tumulto, al igual que Venezuela, debido a la rápida erosión de las instituciones democráticas.

En resumen, América Latina en general no se enfrenta a una ola populista de derecha. Pero esto no hace que la amenaza que Brasil enfrenta sea menos potente. Para enfrentarla, los principales partidos de derecha e izquierda tendrán que tomar una posición fuerte y efectiva en defensa de la democracia liberal.

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[OPINIÓN] Is Latin America Facing a Wave of Right-Wing Populism?

Published on Project Syndicate

By Cristóbal Rovira

Many observers now argue that the wave of right-wing populism that has engulfed the US and much of Europe is headed for Latin America. But, while their concern does have some merit, there are key differences between the Latin American – and even Brazilian – context and that of Europe and the US.

On October 7, roughly 46% of the Brazilian electorate voted for Jair Bolsonaro for president. This means that almost 50 million Brazilians endorsed a politician espousing radical right-wing populist rhetoric, marked by authoritarianism, xenophobia, and misogyny. Does Bolsonaro’s success portend a new era of radical right-wing politics in Latin America?

The Brazilian election result is certainly cause for concern. Though Bolsonaro, who has a military background, was the frontrunner, few thought he would win more than 40% of the vote in the first round. Instead of a tight runoff between Bolsonaro and Fernando Haddad of the Workers’ Party (PT) that ends with Haddad winning, it seems likely that Bolsonaro will be Brazil’s next president.

Many observers now argue that the wave of right-wing populism that has engulfed the United States and much of Europe is headed for Latin America, where conditions are ripe for populist politicians to thrive. But, while their concern does have some merit, there are key differences between the Latin American – and even Brazilian – context and that of Europe and the US.

In Europe, the main issue fueling support for the radical right is immigration, which was propelled to the forefront of public life by the massive influx of refugees that peaked in 2015. Yet, in Latin America, citizens are far more concerned about economic prosperity and public safety than immigration.

As for the US, President Donald Trump’s agenda, like his electoral victory, depends on partisan loyalty. Republican leaders may have their problems with Trump’s style, but their support has been vital to his administration’s achievements. The confirmation to the Supreme Court of Brett Kavanaugh – whose response to sexual assault allegations during the confirmation process would have disqualified him under less partisan circumstances – is a case in point.

Bolsonaro, by contrast, does not have a powerful party machine to back him, even as he upends rules and norms. He is a member of the Social Liberal Party, which has changed much of its platform – embracing far more conservative social policies – since he joined this year.

The Bolsonaro phenomenon is not even representative of wider Latin American politics, which have shifted rightward lately, but remain moderate. Both Argentina’s Mauricio Macri and Chile’s Sebastián Piñera – elected in 2015 and 2017, respectively – have been governing as center-right leaders.

Given this, it seems clear that Bolsonaro’s rise is the direct result of Brazil’s particular circumstances, which include a devastating economic recession and revelations of massive corruption scandals that have tainted the PT and the country’s entire political class. But the fact that a Bolsonaro presidency would not be part of a broader right-wing populist wave in Latin America does not make the prospect any less dangerous for Brazil.

These conditions are very similar to those that facilitated, in the late 1990s, the rise of Venezuela’s Hugo Chávez, who proceeded to implement radical institutional reforms that gave him virtually unfettered power to subvert democratic processes. Those reforms are a key reason why Chávez’s successor, Nicolás Maduro, has been able to turn Venezuela’s government into an authoritarian regime.

Could a Bolsonaro presidency pose a similar threat to Brazil’s democracy? The short answer is yes, precisely because, as with Maduro, it would be hard for Bolsonaro to govern otherwise.

To govern legitimately, Bolsonaro would need to secure widespread public support and among political and business elites. Yet, while Brazil’s new Congress is more conservative than the previous one, it is very fragmented, with established parties on the left and the right having lost support. This will make it difficult for the next president to pursue his legislative program, unless he manages to secure the support of a broad coalition.

The business community, for its part, is divided on Bolsonaro’s economic agenda. Many express serious doubts about the sustainability of the neoliberal reforms that his economic team has proposed.

Moreover, if Bolsonaro is elected, he may have a hard time maintaining popular support, given the challenges he will face in delivering on his campaign promises. If he is unable to produce results quickly, large segments of the population could turn against him, particularly given that the PT retains a large base of support that can be expected to mount concerted resistance to a Bolsonaro administration.

Under these circumstances, Bolsonaro and his military allies may well resort to undermining Brazil’s democracy, much as Chávez did in Venezuela. This could include not only governing by decree and purging state institutions, but also silencing the media and repressing civil society. This would be ironic: during the campaign, Bolsonaro has often warned that a PT government would transform Brazil into Venezuela with its leftist policies, even though previous PT administrations have done no such thing.

As former Brazilian President Fernando Henrique Cardoso has indicated, it may not be a realistic threat, but it has helped Bolsonaro mobilize voters who were already angry with the PT – and the political establishment as a whole – for its involvement in massive corruption scandals. If this (understandable) anger clouds Brazilians’ judgment to the point that they elect Bolsonaro, their worst fears may become reality. Their country will be thrown into tumult, just like Venezuela has been, owing to the rapid erosion of democratic institutions.

So Latin America as a whole probably is not facing a wave of right-wing populists. But that does not make the threat Brazil faces any less potent. To confront it, mainstream parties on the right and the left will have to take a powerful and effective stand in defense of liberal democracy.

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