Publicada en La Segunda
La razón principal: la fuerza de trabajo, que creció más de lo que aumentó la creación de empleos.
Para Dante Contreras se está desperdiciando talento en Chile. “Cuando se tiene educación y oportunidades que cojean, hay mucho talento que queda rezagado porque no puede despegar”, dice, sentado en su oficina, en el piso 15 de la torre de la FEN de la Universidad de Chile, donde es profesor y director del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES). “No es solamente un problema de equidad, sino que también de eficiencia. Hay muchas personas que pueden ser un aporte y se están perdiendo”.
Contreras, especialista en pobreza, entrega su mirada sobre los resultados de la encuesta Casen 2017, publicada la semana pasada. Dice que, pese a los bajos niveles de pobreza que muestra Chile, la automatización es un gran riesgo.
—Las medidas de pobreza (6,3%) y pobreza extrema (2,2%) están en su punto más bajo, ¿es una batalla ganada?
—El análisis es más complejo; no se puede tomar solo la medida por ingresos. Esa está cayendo y la pobreza multidimensional está relativamente estable. Pero es una batalla que uno nunca tiene que olvidar. Los indicadores multidimensionales muestran que una fracción relevante de la población aún vive con carencias.
—Por ejemplo, hay heterogeneidad entre los inmigrantes y los nacidos en Chile. La pobreza, por primera vez, es más alta en inmigrantes. ¿Podríamos estar llegando a un límite para recibirlos?
—Es probable. Nos aproximamos a niveles donde la migración tiene que ser parte de una política pública. Es gente que viene a contribuir, pero genera tensión, y hay que hacerse cargo de esa tensión. Esta cifra probablemente dé cuenta de que estamos alcanzando un balance. Por lo tanto, la política migratoria puede comenzar a considerar otros factores. Si abrimos la frontera, podríamos analizar a quiénes queremos que vengan, como migrantes con altas calificaciones o de profesiones específicas. Es saludable poner la discusión antes de que llegue una nueva ola.
—La Casen muestra al empleo como clave para salir de la pobreza, pero el mercado laboral está rezagado, ¿se requieren políticas más agresivas?
—Cuando el 53% de la fuerza de trabajo es analfabeta funcional, se está en un serio problema. Y es más serio, cuando en 1997 era el 54%. Todo se remite a que el sistema educacional no provee las herramientas para desenvolverse en el mercado laboral. Y es más grave, porque vienen cambios tecnológicos de forma acelerada y, con ese porcentaje de analfabetos funcionales, las empresas van a preferir la automatización. Eso llevará a mayor desempleo y, por lo tanto, a mayor demanda por subsidios y políticas públicas. En un mundo donde la automatización viene de forma acelerada y al mismo tiempo estamos formando mal a nuestros trabajadores, vamos a una colisión directa.
—¿La colisión puede ya estar pasando con los cierres de empresas?
—Obviamente. Hay estudios que muestran que cerca del 75% de los trabajos está en riesgo por la automatización.
—¿Cómo se rompe ese equilibrio?
—Se requería, requiere y requerirá cambiar el sistema educacional. Es más eficiente que más gente estudie carreras técnicas y menos universitarias. La educación universitaria es más larga y cara y, además, hay mucha diferencia de calidad.
—¿El Gobierno, entonces, iría por el camino correcto privilegiando la gratuidad en la educación técnica?
—La gratuidad focalizada en segmentos más pobres me parece correcto. Y también me parece razonable ir avanzando hacia la educación técnica. Pero hace falta una apretada de tuerca a la calidad de las instituciones.
No más reformas tributarias
—La Casen mostró un leve aumento en la desigualdad (el Gini subió de 0,493 en 2015 a 0,501), ¿es significativo?
—La Casen mide muy mal los ingresos altos. La tasa de respuesta en las comunas de más altos ingresos está cerca de 30%. Eso lleva a que las medidas de desigualdad sean cuestionables. El uso de datos administrativos, como los del Servicio de Impuestos Internos, es más adecuado.
—Pero si se mide mejor la clase alta, ¿la desigualdad podría ser mayor?
—Sí. A mi juicio, la desigualdad que estamos registrando desde mediados de los 2000 está subestimada.
—¿Ve algún efecto del proyecto de Modernización Tributaria en la desigualdad y la pobreza?
—En términos de pobreza el proyecto recauda, teóricamente, más de lo que se recauda ahora, por lo tanto no debiera tocar las finanzas públicas en esa dirección. Pero en términos de desigualdad, favorece más a grupos de altos ingresos que al resto de la población; entonces no es progresivo. Pero una cosa es cómo los proyectos entran y otra cómo salen.
—¿Se justifica una nueva reforma?
—No me gusta que se estén realizando transformaciones en cada período; habla de que no estamos en un buen equilibrio político. Puede ser normal por la transición económica que vive el país, donde no es pobre ni desarrollado. Pero a nuestra clase política le recomendaría respirar hondo y pensar al largo plazo, no solo en los próximos dos años.