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[OPINIÓN] Legalidad y humanidad en la migración internacional y el refugio

Las noticias provenientes de los Estados Unidos, referidas a la separación de menores de edad de sus padres al momento de intentar inmigrar a este país, han suscitado críticas desde numerosos actores internacionales; entre otros UNICEF, el Papa Francisco, e incluso el Presidente Piñera. Lamentablemente, este episodio no es el único en estos días. Hace un par de semanas el nuevo gobierno italiano impidió el atraque del buque Acuarius, el cual había asistido en el rescate de 629 migrantes en el mar Mediterráneo. Si bien, estos migrantes fueron recibidos finalmente en España, pasaron varios días en un limbo en el medio del mar sin tener certeza de su destino. Tanto Estados Unidos como Italia argumentan que están actuando dentro de su legalidad; sin embargo, esta legalidad es utilizada como pretexto para actuar de manera inhumana.

Claramente, las imágenes virales de niños separados de sus padres y enjaulados tocan—en la mayoría de los casos, pero no en todos—nuestra humanidad. Así éstas son similares a la famosa foto de Alan Kurdi ahogado en una playa del Mediterráneo y diferentes a las ya comunes fotografías de hombres y mujeres en barcos italianos, griegos o españoles. Más allá de estas imágenes que apelan a nuestra piel más que a nuestra racionalidad hay dos análisis claves que hacer. En primer lugar, en ambos casos, los gobiernos que llevan a cabo estos actos son gobiernos populistas que han convertido el tema migratorio en un tema de campaña. De esta forma han logrado atraer a un número suficientes de descontentos que piensan que por culpa de la migración han perdido el trabajo, su país es más inseguro, y su identidad cultural está en peligro. Lamentablemente, numerosos países europeos y algunos latinoamericanos, han caído en esta visión negativa de la migración. Un segundo tema importante es la falsa dicotomía entre inmigrante y refugiado, que parte de la idea errónea que la migración es siempre un acto voluntario, mientras que el refugio es siempre forzado. Así toda persona es inmigrante hasta que el estado receptor decida, de acuerdo a sus leyes, que ésta tiene el derecho a ser considerada refugiada. Tanto en el caso de los EEUU como de Italia vemos que se habla de migrantes cuando quizás debiéramos hablar de refugiados.

Pese a las críticas—livianas por lo demás—del presidente Piñera y de su Canciller hacia los EEUU, la actual Ley 20.430 que regula el refugio y la propuesta de política migratoria no impiden que los ejemplos descritos no puedan ocurrir en Chile. Por una parte, las elecciones pasadas demostraron que la propaganda populista anti-migrante tiene buena recepción en Chile. Por otra, la legalidad migratoria vigente y propuesta no necesariamente conversan entre sí y reproducen la falsa dicotomía presentada arriba. Así, cuando el gobierno actual estableció dos nuevos tipos de visas para Haití y para Venezuela, claramente actuó dentro de la legalidad, pero ha dificultado el acceso al refugio a migrantes que provienen de lugares donde su seguridad está en peligro, dejando de lado su humanidad. Este acto pone en contradicción tanto la ley migratoria vigente como la propuesta con la ley de refugio, demostrando que al final la legalidad es más una cuestión de poder que de justicia. ¿Quién dice que, en Chile, por tanto, no pueda este u otro gobierno adaptar la legalidad para separar niños migrantes de sus familias, así sea temporalmente?

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