No era la primera vez, sin embargo, en esta ocasión la inclusión de una fotografía del ex dictador junto a la cita “La gesta del 11 de septiembre incorporó a Chile en la heroica lucha contra la dictadura marxista de los pueblos amantes de su libertad”, en uno de los paneles de la recientemente inaugurada exposición conmemorativa “Hijos de la Libertad”, prendió las redes sociales en su rechazo. La Ministra de Cultura pidió la renuncia del Director del museo y la muestra fue clausurada. El debate ha seguido en la prensa, y el Coloquio Memorias en Conflicto del COES se quiso sumar a la discusión con la organización de un ciclo de foros en torno al tema.
El lunes 4 de junio, en una de las salas de la Biblioteca Nicanor Parra de la Universidad Diego Portales, se congregaron más de 30 académicos, gestores de museos y estudiantes para dar lugar al primer foro del ciclo “Representaciones de la historia reciente y perpetradores en museos del Estado: Límites, Desafíos y Dilemas”.
En esta ocasión presentaron sus posiciones protagonistas de la polémica y del debate posterior: Pablo Andrade, antropólogo, ex Director del Museo Histórico Nacional, Manuel Gárate, académico del departamento de Historia de la Universidad Alberto Hurtado, co-investigador del proyecto “Tecnologías Políticas de la Memoria, e investigador adjunto COES, y Daniela Jara, académica del Instituto de Sociología, Universidad de Valparaíso e investigadora adjunta a COES. Los comentarios del panel estuvieron a cargo de Alfredo Joignant, Investigador Principal de la línea Conflicto Político y Social e Investigador Responsable del Observatorio de Conflictos de COES, Profesor Titular de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales.
La invitación consistió en profundizar en el debate sobre el lugar de los perpetradores en espacios públicos, como son los museos de historia nacional, entendiendo la responsabilidad que tienen éstos en la creación de discurso oficial, aunque no necesariamente monolítico, sobre el pasado. Queríamos abordar ¿Cuáles son los límites y dilemas éticos que enfrenta un espacio de memoria oficial frente a conflictos políticos de gran violencia? ¿Cómo pueden enfrentarse estos desafíos para que ello sea un aporte a la profundización de la democracia y del debate público? ¿Cómo se pueden representar los perpetradores de violaciones a los DDHH en un espacio museal? ¿Cuáles son los límites de la provocación necesaria de una muestra crítica? ¿Cuál es la experiencia internacional? ¿Qué estrategias pueden implementarse para canalizar y promover los debates que suscitan las exposiciones?
Pablo Andrade abrió el foro dando cuenta del nuevo enfoque teórico que ha asumido el Museo desde hace algunos años, el “Museo Mestizo”, que ha buscado generar una representación amplia y plural de las diversas identidades sociales, culturales y políticas del país. De ello da cuenta la muestra permanente del Museo, la que fue renovada hace algunos años y que, por ejemplo, desarqueologiza a las comunidades Mapuche incorporando una mirada a lo que representan ellas en el Chile actual. Sorprendió a varios saber que ésta no era la primera vez que el Museo se aventuraba a representar la historia reciente del país, lo que ya había hecho con una muestra sobre el humor político en la que aparecía la figura de Pinochet, entre otros, y la muestra que se hizo para los 40 años del Golpe.
Su presentación se centró en problematizar y entregar los fundamentos que dieron origen a la polémica muestra. Indicando que se trataba de una de tres muestras conmemorativas de la firma del Acta de Independencia de Chile en 1818, ésta se enmarcó en un enfoque de historia de las ideas sobre el concepto de Libertad. Le seguirán una muestra sobre la Fraternidad y otra sobre la Igualdad.
¿Qué se buscaba y qué justificaba incorporar en esta primera muestra las posiciones que tuvo un grupo de estacados políticos y líderes intelectuales en torno a la libertad, incluyendo a Pinochet? Por un lado, bajo un enfoque de museología crítica, buscaban no entregar discursos cerrados sobre la historia sino dar cuenta de la pluralidad existente en la sociedad chilena. La nuestra es una sociedad dividida, donde muchos/as aún hoy justifican el Golpe de Estado, y si bien el apoyo a Pinochet ha disminuido desde el 44% obtenido en el Plebiscito de 1988, éste aún es fuerte como da cuenta el apoyo a figuras de las UDI y a José Antonio Kast.
Por tanto, Andrade argumentó que un museo histórico del Estado que se piensa como espacio de mediación, lejos de desconocer esta realidad debe plasmarla como pregunta a la sociedad: Pinochet tuvo un discurso sistemático de legitimación de su gobierno anclado en la idea de libertad. De este modo, entiende que es un mandato museológico salir de “la historia edulcorada”, de representaciones facilistas sobre la historia del país. Así, el Museo si bien forma parte del deber ser del Estado, no puede ser un mero reproductor de discursos oficiales. Por el contrario, debe abrir espacios de discusión. Un ejemplo anterior de ello, fue lo que realizaron con la placa inaugural del Museo a cargo de Pinochet, la que no sacaron, sino que museografiaron con una célula que la contextualiza.
Incluir a Pinochet en la muestra fue por tanto parte de una postura poscolonial de mirar la historia que reconoce que finalmente ha sido el Estado el gran perpetrador de la violencia contra el pueblo en este país.
Andrade reconoce que si bien hubo críticas a la muestra por parte de los asistentes, como da cuenta el libro de visitas, ellas sólo representaron un 8% del total de comentarios. Estos criticaron la incongruencia de incluir a un ex dictador en una muestra sobre la libertad, o argumentaron sentirse ofendidos por ello.
El ex Director finalizó su exposición indicando algunos de los desafíos que la muestra y la polémica plantea. Por un lado, ser más cuidadosos con no dañar a otros. Por otro, fortalecer los espacios culturales, para no caer en la autocensura.
A continuación, Manuel Gárate profundizó en algunos aspectos ya expuestos en una columna del diario El Mostrador, y agregó nuevos argumentos. Enfatizó su rechazo a la medida de censura de cerrar la muestra, porque se perdía la oportunidad de continuar con el debate con la exposición a la vista.
A partir de sus trabajos de investigación, Gárate dio cuenta que Pinochet representa en el imaginario internacional de la Guerra Fría a la figura del dictador, siendo incluso más conocido que nuestros poetas o figuras del fútbol fuera del país. Se trata, a su vez, de una figura que ha tenido al menos dos vidas, la del dictador y la que se inaugura con su detención en Londres, en donde vuelve a acaparar las miradas. Así, Pinochet, como imagen no se ha forjado únicamente en el espacio local. El investigador ha podido recolectar más de 1.000 imágenes de prensa de
ese segundo momento, dando cuenta de este carácter universal de su imagen, figura que se forjó también porque el juicio abría interrogantes sobre qué hacer con los perpetradores de crímenes de lesa humanidad en el mundo a nivel de Justicia Internacional.
Gárate argumentó que Pinochet debe estar en los espacios públicos, y que dichas representaciones deben superar la de la imagen de monstruo. Pero considera que tampoco se debe caer en el otro extremo de representarlo como una figura más de la continua violencia del Estado, como han argumentado Andrés Estefane y Luis Thieleman. Esa también es una posición peligrosa porque desdibuja los márgenes históricos y éticos. Asimismo, refutó que no toda afirmación sobre la libertad, u otro concepto, es válida solo por ser emitida o por contar con un 44% de respaldo en las urnas. Se deben hacer distinciones.
Su posición es que Pinochet, y la dictadura, deben ser comprendidos bajo la figura del acontecimiento histórico de la catástrofe, siguiendo el concepto del historiador Henry Rousso. No se trata de un evento más, ya que aun cuando la historia de Chile no sea un idilio de paz, ese periodo tiene un carácter excepcional. ¿En qué otro momento el Estado puso bombas en las capitales de EEUU y de Argentina, se modificó radicalmente el sistema de pensiones y se levaron a cabo las demás reformas estructurales?, preguntó. Por ello advirtió que pensar la dictadura como naturalización de la violencia es grave. Y argumentar que el Estado siempre ha reprimido, es peligroso, porque implica asumir que éste opera de manera autónoma desdibujando las responsabilidades personales.
De esa forma, Gárate también consideró que si bien los expertos no son los únicos actores legítimos para hablar sobre estos asuntos, y cada ciudadano tiene derecho a dar su opinión, su voz es necesaria para asesorar en materias como éstas.
Daniela Jara, por su parte, presentó su texto “La fragilidad de lo público: a propósito del debate en torno a los Hijos de la Libertad”, que correspondía a una primera versión de lo que se publicó en una columna en el periódico Ciper. Comenzó dando cuenta que posiblemente estemos en un momento nuevo, dado por un cambio generacional, en que estos temas vuelven a irrumpir en la opinión pública. Se trataría de una “irrupción de la memoria”, usando el concepto que acuñó Alex Wilde para dar cuenta de los efectos de acontecimientos como la detención de Pinochet en Londres. Destacó que los tiempos han cambiado, y que lo que provoca polémica hoy no es lo que provocaba polémica antes: si antes la mera memoria o verdad histórica constituía un escándalo en sí, como podía ser el testimonio de víctimas que traían a la luz historias sistemáticamente desmentidas, hoy provoca mayor tensión el cómo representamos esa historia, quiénes la narran y para qué.
A su modo de ver, la muestra del MHN era de tipo genealógico, es decir, trataba de mostrar la historicidad de distintos discursos, buscando nuevas conexiones en los imaginarios políticos, ahora narrados en torno a idearios. Asumiendo que se trataba de una propuesta enmarcada en la museografía crítica, donde el foco está, más que en lo que sucede en el Museo, en lo que sucede después del Museo o a partir de la visita al Museo.
Jara también está de acuerdo en la pérdida que significó el cierre de la muestra y enfatiza en la pregunta ¿Qué se perdió? Como puerta de entrada a su reflexión, y siguiendo a Theodor Adorno, argumentó que se perdió la oportunidad de elaborar el pasado, dejando aspectos de la historia en una zona de oscuridad. Elaborar este tipo de acontecimientos implica salir de miradas duales, que distinguen fácilmente víctimas de victimarios, e implica hacerse la pregunta por los orígenes y las condiciones en que ésta tiene lugar. Siguiendo el trabajo de Adorno,
Butler y Eric Santner, Jara plantea que es necesario preguntarse por los modos de organización, los procesos psicosociales y los discursos políticos que permiten que las ideologías des-humanizantes pasen a formar parte de nuestros lenguajes y formas relacionarnos con los otros.
Quizás así podemos ir más allá de un pluralismo sin posturas éticas, posición en la que se puede caer con la mera reproducción de las distintas miradas. Propone que debemos pasar a preguntarnos por esta conformación de la memoria, y en este caso, comprender preguntas tan difíciles como por qué la violencia política del Estado es y ha sido legitimada por “gente buena”, o al menos por “ciudadanos de a pie”, incluso 40 años después de los eventos, sin sentir mayor culpa o empatía.
Alfredo Joignant estuvo a cargo de ofrecer preguntas y comentarios a partir de lo expuesto. Indicó que, a su modo de ver, la reacción a la exposición fue lo más importante, destacando el papel que tienen las emociones en los posicionamientos y justificaciones políticas. Para dar cuenta de ello recordó un episodio que le tocó vivir durante la Mesa de Diálogo, en una reunión secreta que fue solicitada por las Fuerzas Armadas para entregar opiniones sobre los orígenes del Golpe de Estado. En aquella ocasión, Lucía Santa Cruz rompió en llanto contando que en aquella época, la Unidad Popular, su sector tuvo mucho miedo.
En este sentido enfatizó en la necesidad de preguntarse por los orígenes de la violencia del Golpe y de la violencia desplegada por el Estado durante la dictadura, argumentando que se trata efectivamente de un acontecimiento, que no forma parte de un continuum histórico.
Siguiendo la línea argumental que propuso en su columna del diario La Segunda, considera que el país ha vivido solo dos acontecimientos de catástrofe, la Guerra Civil de 1891 y el Golpe Militar de 1973. Ello obliga a preguntarse ¿Por qué solo esta segunda catástrofe llevó a la instalación de un dictador? No basta como respuesta la imagen del dictador bajo la figura del mal.
En este sentido, Joignant argumentó que quizás la muestra debió haber sido más frontal, más directa, y haberse hecho la pregunta por los orígenes, y asumir que llevar a Pinochet al Museo Histórico implica llevar muchas preguntas difíciles. A su vez, sugirió que más que una historia de las ideas lo que aparentemente se intentó hacer en la muestra, fue una historia conceptual. Entonces, habría sido necesario enfatizar que la idea de Libertad de Pinochet era una idea negativa, que no tiene el mismo signo que las ideas de una figura como Elena Caffarena.
El investigador se preguntó también si los museos históricos tienen que ser provocadores, como lo son los museos de arte contemporáneo, porque la provocación podría llevar a un revisionismo que relativiza los hechos, lo que es arriesgado.
Luego de las exposiciones se dio lugar al debate con las personas que asistieron. Dicho intercambio dio la oportunidad para profundizar en algunos aspectos. Por un lado, acerca de las metodologías que utiliza el Museo para diseñar las muestras. Por otro lado, se profundizaron las posiciones en torno al rol del Museo Histórico: ¿debe éste promover una versión histórica del pasado o, más bien en cuanto espacio de mediación, debe asumir un pluralismo radical abriendo preguntas y generando controversias? ¿Pueden hacerse ambas cosas a la vez? ¿Deben estos museos ofrecer un punto de vista ético sobre la historia? ¿Cuán academicistas deben ser estos espacios? ¿Cuál es el rol de un
museo de historia nacional? Se trata de preguntas abiertas sobre las cuales seguiremos en las próximas sesiones.
Sesión 2.
10 de julio de 2018. 16.00 – 18.00 hrs.
Sala 1605, Torre 26, FEN Universidad de Chile (Diagonal Paraguay 257)
Panelistas
• Mauro Basaure, investigador asociado COES, Director del Doctorado en Teoría Crítica y Sociedad Actual TECSA – Universidad Andrés Bello
• Luis Alegría, Jefe del Departamento de Colecciones del Museo Histórico Nacional
• Francisco Estévez, Director del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos
• Comenta: Loreto López, antropóloga, Programa Psicología Social de la Memoria, Universidad de Chile
Nota redactada por Carolina Aguilera, coordinadora del Coloquio Memorias en Conflicto versión 2018, e investigadora adjunta línea Geografías del Conflicto – COES.