COES
Opinion

[PRENSA] Chile Global: ¿Por qué somos tan buenos para endeudarnos?

Publicado en Revista Heureka

Alejandro Marambio Tapia, licenciado en Comunicación Social, máster en Sociología, máster en Comunicación Política y doctor en Sociología por la Universidad de Manchester. Docente de la Universidad Andrés Bello e investigador adjunto del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).

Texto producto de la colaboración entre Héureka y ChileGlobal.

Cerca de un 70% de los hogares chilenos tiene algún tipo de deuda, ya sea con bancos, casas comerciales, supermercados, etc. La mayoría de ellos son “buenos pagadores”, pero a la vez usuarios apegados a las tarjetas de crédito, avances en efectivo y créditos de consumo.

El crédito ha golpeado nuestras puertas y al entrar, hemos ido modificando la forma cómo consumimos y cómo organizamos nuestros presupuestos familiares. A la vez, hemos creado nuestros propios relatos y adaptaciones en torno a él; es por ello que el crédito ha contribuido a cambiar cómo percibimos y resignificamos la movilidad social, la integración social, nuestras evaluaciones morales, nuestras posiciones sociales, nuestras relaciones familiares, hasta incluso hemos cambiado la forma como percibimos el tiempo y el dinero, que dicen son los verdaderos “dioses modernos”.

Los proveedores de crédito nunca se imaginarían cómo finalmente las personas usan el crédito y las implicancias sociales que tiene para nuestros hogares, el tema de central de mi investigación doctoral en sociología económica en la Universidad de Manchester.

¿Y cómo llegamos a esto? ¿Acaso nuestros padres y abuelos no eran mejores para ahorrar? La historia de la expansión del crédito en Chile se conecta con la historia socioeconómica del Chile reciente. Se ha podido identificar dos fases en la expansión del crédito. La primera, desde fines de los 1970s liderada por los bancos y financieras -a la carga con el recordado “cómprate un auto Perico”- ofreciendo las primeras tarjetas de crédito y créditos de consumo, orientada a las clases medias. La segunda, a contar de los 1990s, liderada por casas comerciales y supermercados –a la carga con “lleve todo hasta en 24 cuotas”-, orientada a bancarizar al no-bancarizado, creando una narrativa de “democracia del crédito y del consumo”.

Es el retail financiero el que articula este nuevo mercado dirigido a los grupos medios bajos y bajos. Detrás de esta historia de millones de tarjetas, opera también un cambio cultural respecto a la legitimidad de la deuda, por sobre el ahorro, y los fines utilizados para integrarse o sentirse “fuera”. Y entonces, el crédito ¿es malo o bueno? Si el crédito es para los hogares un activo o una carga, depende de las múltiples narrativas y marcos interpretativos en juego.

¿Y de cuánto estamos hablando?

A marzo de 2017, había en Chile 5.200.000 préstamos bancarios; 20 millones de tarjetas de débito; 12.845.000 tarjetas de crédito bancarias (4.800.000 activas durante el último mes); 13 millones de tarjetas de crédito del retail (6 millones activas durante el último mes), según datos entregados por la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras. Actualmente, se estima que Chile tiene una población de aproximadamente 17.5 millones, y según el el registro nacional de deudores morosos (Dicom), en junio de 2016 existían 4.000.000 de personas con una deuda media de $1.318.195; donde el 79% de estas personas tiene ingresos menores a $500.000.

Algunas personas piensan que esta fiebre de la deuda está relacionada con el aumento del consumo individual, otros piensan que es una irresponsabilidad personal. Sin embargo, debemos considerar las condiciones estructurales de la economía, y, por ende, de la sociedad y como nos desarrollamos. Por ejemplo, los bajos salarios, los precios altos y la creciente disponibilidad de crédito. Chile es uno de los mercados crediticios más desregulados. Para cada aspiración, hay un crédito disponible: vivienda, automóviles, educación, mejoras para el hogar, vacaciones, o incluso un nuevo teléfono móvil, están disponibles principalmente a través de crédito; los grandes almacenes son los principales prestamistas, ya que otorgan tarjetas casi a todos, desde jubilados hasta estudiantes. Además, la provisión básica del bienestar (salud, educación, pensiones, vivienda) se privatizó impactando el presupuesto mensual de los hogares.

La relación entre la deuda total y el ingreso anual de los hogares chilenos aumentó del 35,4% en 2000 al 62% en 2014. Durante el mismo período, la deuda de consumo creció en promedio un 14%, mientras que las hipotecas aumentaron en promedio un 12%. La productividad no creció al mismo ritmo. Con un crecimiento medio del PIB del 3,6%, la deuda de hogares aumentó del 22% al 39% del PIB. Si bien la relación entre la deuda total y el ingreso anual es ostensiblemente más baja que en otros países de la OCDE, como Suecia (172%), Noruega (213,7%) y los Países Bajos (311,5%), la situación no es la misma en términos de la carga financiera mensual -el dinero que mensualmente las familias destinan a pagar deudas- que son solo entre el 11% y el 18% en aquellos países.

Según el Banco Central de Chile, la relación entre el pago mensual de la deuda y el ingreso disponible mensual aumentó del 37,6% en 2003 al 63,5% en 2016. En términos de volumen, alrededor del 70%de la deuda se concentra en los bancos. Si bien los bancos otorgan más del 80% de los préstamos hipotecarios, comparten el mercado de la deuda del consumidor con el retail financiero: casas comerciales, supermercados y farmacias. En ciertos países, tales como Alemania y Francia, sería impensado comprar todo a crédito o que una farmacia fuera un emisor de crédito. En otros, como Estados Unidos, Reino Unido y Corea del Sur, el crédito está presente en la vida diaria, al igual que en Chile.

Precisamente en este periodo, es cuando la oferta y la demanda crediticias aumentan: se incrementa la compra de ítems fuera de nuestro presupuesto mensual, algunos compran paquetes vacacionales, aunque también es momento para usar un crédito para pagar otras deudas. Finalmente, esto representa lo recursivo del crédito: usualmente el crédito pide más crédito.

El autor desea agradecer el financiamiento a Becas Chile y al Centro de Cohesión Social y Conflicto FONDAP 15130009.

Relacionados

[OPINIÓN] Discusión sobre pobreza en Chile

COES

[OPINIÓN] Hiper-regulación, huelgas más costosas

COES

[OPINIÓN] Desigualdad y gobernabilidad

COES
COES