Publicado en Ciper
En el discurso las clases medias son meritocráticas. Y se indignan mucho con los intercambios de favores que hace la elite y los arreglines de los políticos. Pero lo cierto es que recurren intensivamente al pituto para navegar tanto en el aparato público como en el mundo privado y apuntalar sus bajos sueldos. No es algo de ahora, remarca E. Barozet. Cuando hubo un Estado en expansión (entre los años 20 y 60) la clase media lo administró para sus propias redes. Así, tal como Chile nunca ha sido un país de clase media, Barozet sugiere que tampoco ha sido un país de derechos, sino de favores. ¿Quien se ve perjudicado? Los que no tienen pitutos, ni buena formación académica: las clases populares.
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Uno de los rituales chilenos más llamativos para un extranjero es la forma en que dos personas entablan una conversación cuando se conocen por primera vez. He tenido la oportunidad de observar muchas veces estos intercambios iniciales, particularmente en las clases medias. En general, el trasfondo de la conversación gira en torno a “ubicar” al otro socialmente en círculos sociales específicos, explorando con infinita expertise verbal y un gran conocimiento intuitivo de los límites sociales de su propio grupo, a qué escuela fue, de qué familia – y de qué ciudad – proviene el apellido, en qué universidad estudió (cuando la persona tuvo acceso a la educación superior). ¿Lujo de país chico donde todos se conocen? No solamente. Es un escaneo social amistoso y eficiente que tiene una meta específica: encontrar el lugar que ese otro ocupa en la sociedad. Si aparece un conocido común, entonces viene el relajo: uno ya sabe que está en confianza.
Vinculada con esa práctica, hay otra también muy llamativa y que no solo se produce en esos primeros encuentros: consiste en señalar sistemáticamente el tipo de relación que uno mantiene con otras personas, más allá de solo nombrarlas. Con ello se busca mostrar vínculos de amistad numerosos y densos, particularmente con personas de estatus alto en el grupo de referencia. Esta práctica se corona con la frase “llámalo/a de parte mía, es un amigo/a”, que muchos chilenos han dicho alguna vez. Esa práctica que se ve mucho en la élite, sorprendentemente se reproduce en los sectores medios.
Cada país o grupo tiene sus rituales de presentación ante los demás, pero en Chile, la finalidad social supera ampliamente el interés genuino de conocerse; se busca la presentación de uno mismo no como individuo, sino como parte de un grupo social cerrado y confiable. ¿Qué relevancia tiene esto más allá de lo anecdótico o de la lista larga de las particularidades de las clases medias chilensis que puede encontrar el foráneo?
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