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[OPINIÓN] Castigo a las políticas de siempre

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Publicada en La Segunda

Por Kirsten Sehnbruch

(Texto original)

Existen múltiples razones por la desafección política notada en las elecciones de ayer, dos de las cuales se ignoran sistemáticamente. Se ve en todo el mundo una protesta anti-establishment generalizada a raíz de la crisis económica mundial del 2008 que dejo en evidencia lo poco que ha aumentado el nivel/estándar de vida de la clase media en términos reales en décadas recientes. A nivel internacional se han fragmentado los partidos políticos tradicionales, y se han ofrecido soluciones populistas y o radicales.

Si bien el efecto de la crisis en Chile fue limitado, el significativo avance que ha traído el desarrollo reciente, no satisface las expectativas de una clase media emergente, más educada y mucho más exigente. El desarrollo sin equidad en todos los sentidos – educación, salud, trabajo, previsión, política y género entre otros – genera una profunda desafección y un rechazo de la política por parte del electorado. Esta desafección es parte de un modelo de desarrollo global basado en economías abiertas y responsabilidad individual que no se condice con los intereses colectivos y el capital social requeridos por una democracia participativa e inclusiva. Pensar nuestra desafección política como un fenómeno local es por lo tanto ingenuo y parroquial.

Un segundo fenómeno, sin embargo, sí es local. Entre el desarrollo económico de Chile y su desarrollo político e institucional se ha generado una brecha demasiado evidente. Las elites han gobernado mediante las llamadas malas prácticas (clientelismo, nepotismo, amiguismo, redes de lealtad personal y procesos políticos que se entrelazan con los negocios) y mediante instituciones informales (cuoteo político, acuerdos a puertas cerradas, prácticas de financiamiento de campañas) que el electorado ahora rechaza. Varias de estas prácticas fueron castigadas en estas elecciones con la perdida de municipalidades que no realizaron primarias, la derrota de alcaldes cuya probidad se cuestiona o cuyas “malas prácticas” son demasiado evidentes. Además, la tendencia al aumento de candidatos independientes con proyectos políticos novedosos y sinceros, sigue y se agudiza.

Es demasiado fácil echarle la culpa de todo esto al gobierno actual. En realidad, el electorado está castigando las políticas de siempre de las últimas décadas. Cuando se empieza a saber cómo funcionan las instituciones informales en la política, cuando se van descomponiendo, y cuando los excluidos de estas políticas se independizan, esto genera una sensación de inestabilidad política a nivel de país lo cual produce la desafección que estamos viendo. Si adicionalmente una serie de reformas (fiscal, educacional, constitucional, políticas) atentan contra los intereses de las élites tradicionales que los cuestionan desde todos los sectores políticos, incluidos los de la propia coalición de gobierno, la sensación de inestabilidad y desafección política se agudiza.

En el largo plazo, el gobierno de Bachelet ha logrado más avances tanto en términos políticos e institucionales como en términos de desmantelar la base de la desigualdad (impuestos y educación) que cualquier otro gobierno desde 1990. Se le puede acusar de mala ejecución, pero se le debe agradecer también que en el largo plazo sus reformas profundizarán nuestra democracia, la harán más transparente, y atenuarán la extensión de las malas prácticas y el alcance de las instituciones informales.

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