Por Vicente Espinoza
Publicado en Desigualdades.
El 23 de septiembre recién pasado se conocieron los resultados de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Encuesta CASEN), aplicada en 2015 a cerca de 84000 hogares chilenos. La encuesta incluyó la mediciones de pobreza por ingresos y de pobreza multidimensional. Los chilenos bajo la línea de pobreza alcanzaron a 11.7% en 2015, una disminución respecto de 14.4% en 2013. La pobreza multidimensional también disminuyó de 20,4% a 19,1% en el mismo
La pobreza por ingresos: factores asociados
Los resultados desagregados por territorios y poblaciones específicas muestran que ni el crecimiento económico ni el gasto público alcanzan por igual o tienen los mismos efectos en contextos y poblaciones específicas. En una primera revisión descriptiva pueden identificarse puntos que constituyen desafíos para la política pública.
- La asociación de la pobreza con los contextos rurales, donde duplica la observada en contextos urbanos, sea medida por ingresos o en términos multidimensionales. Chile carece de una política de desarrollo social que aborde los problemas de los sectores rurales como una cuestión específica. La región de la Araucanía, que también concentra la mayor proporción de población mapuche se revela como la más pobre de Chile.
- El elemento étnico no puede dejarse a un lado, pues la pobreza afecta en mucha mayor medida a los integrantes de pueblos indígenas. Esto no es igual a la cuestión rural, porque una parte significativa de los pueblos indígenas tiene domicilio urbano.
- La pobreza aparece asociada con factores demográficos, especialmente los hogares monoparentales y las fases de formación y expansión de las familias.
- Los factores educacionales están claramente asociados con la pobreza. Un solo dato para ilustrarlo: la escolaridad de los jefes de hogares no pobres es prácticamente dos años mayor que la de los jefes de hogares pobres.
- Finalmente está la asociación de la pobreza con el mercado de trabajo. Por un lado la participación laboral es sensiblemente menor en los hogares pobres, que cargan con una dependencia demográfica desmesurada. Ahora, al contrario de lo que sostienen algunos comentaristas, no basta con crear más empleos, porque los empleos no asalariados y de menor calidad — sin contrato o sin cotizaciones– aparecen con más frecuencia entre los pobres. Incluso, en las mediciones anteriores se encuentran entre los pobres a trabajadores formales contratados indefinidamente por grandes empresas.
La pobreza multidimensional
La medida de pobreza multidimensional constituye una medición directa de ella, por contraste con la metodología de la línea de pobreza, que está basada en una medición indirecta. La pobreza multidimensional no mide la capacidad para satisfacer las necesidades de un hogar, sino que da cuenta de las condiciones de vida que experimentan. Captura, además, condiciones de vida más permanentes y algunas difíciles de cambiar.
La principal contribución está en identificar un grupo significativo de pobres (16.4% en 2015) que no son detectados por la medida basada en la línea de pobreza. Vale decir, la pobreza multidimensional remite a un aspecto distinto que su medición monetaria. Ahora, también 7.2% de los pobres por ingreso no experimentan pobreza en otras dimensiones.
La medición multidimensional permite establecer orientaciones más precisas para las políticas y programas asociados con los indicadores de cada dimensión, al contar con medidas repetidas. Por ejemplo, la evolución de los resultados entre 2009 y 2015 muestran mejoras significativas en todos los indicadores de la dimensión educacional; vivienda mejora en dos y el tercero no varía; pero en salud no mejoran y uno incluso empeora.
Otro uso relevante se encuentra en la orientación para el despliegue territorial del gasto social. El peso de las dimensiones de la pobreza multidimensional varía marcadamente en las regiones; vale decir, la estructura de los déficit no es igual a lo largo del país. Desde el punto de vista de la política social aparece relevante considerar variantes según la región de la cual se trate.
Al observar los factores asociados, no todos coinciden con los observados respecto de la medición por ingresos.
- En el contraste urbano rural se aprecia la misma pauta de mayor pobreza rural que en la medición por ingresos
- En el aspecto educacional, los hogares en situación PMD muestran la misma pauta, pero con diferencias más profundas en los niveles de escolaridad que hogares en situación de pobreza monetaria.
- En cuanto al mercado de trabajo, en los hogares de PMD la participación laboral no parece ser una condición suficiente para superar la pobreza, dado que en promedio, tanto en hogares pobres como no pobres, hay más de un ocupado por hogar, incluso la media es más alta entre los pobres. La tasa de dependencia, sin embargo es alta, pero sin diferencia notoria entre pobres y no pobres.
- Las características demográficas de los hogares son diferentes a las que se aprecian en la medición por ingresos. Los hogares monoparentales no aparecen sobrerepresentados entre los pobres multidimensionales, en cambio sí lo están los hogares extensos; por contraste con la medición por ingresos, donde sólo están afectados si son monoparentales. En los hogares en situación PMD se encuentran más hogares con adultos mayores, situación opuesta a la observada al medir la pobreza por ingresos. Los aspectos descritos pueden deberse en parte al instrumento de medición, dado que los hogares de mayor tamaño tienen, en principio, una probabilidad más alta de ser identificados como pobres. Será necesario verificar con más detalle este aspecto antes de adelantar conclusiones.
La dimensión relacional de la pobreza multidimensional
Una novedad de la Encuesta CASEN 2015 es la introducción de calidad del entorno físico, redes de apoyo al hogar y cohesión social a la medida multidimensional de la pobreza, en gran medida inédito para este tipo de mediciones. La evaluación de la calidad del entorno físico vino a complementar la medición de vivienda, ubicando a esta en el contexto geográfico, considerando conectividad, contaminación y servicios. Los restantes aspectos generaron una nueva dimensión de “Redes y cohesión social” la cual aborda la calidad del vínculo social entre las personas, capturando la calidad de la convivencia social.
Esta dimensión requirió incorporar nuevas preguntas al cuestionario, para establecer niveles de vinculación social, control del entorno y discriminación. En cuando a sus relaciones sociales se identifica como pobres a personas socialmente aisladas: no poseen redes de apoyo al hogar ni participan en asociaciones comunitarias o laborales. En cuanto a el control del entorno, basta con que que en las proximidades de la vivienda exista tráfico de drogas o hayan ocurrido baleos. Finalmente, la dimensión de trato injusto o discriminatorio identificó 14 experiencias posibles, considerando como pobre cualquier hogar en el cual alguno de sus miembros la hubiese sufrido.
Desde un punto de vista conceptual puede preguntarse si la medición refiere a componentes de la pobreza o los indicadores son solamente una consecuencia o correlatos que no se requiere para su definición. En este nivel puedo argumentar que la pobreza se trata como una experiencia social, vale decir que está dotada de un sentido que trasciende la experiencia individual, a través de la relación entre individuos. Desde este punto de vista los hogares pueden ser pobres en sus relaciones sociales y en la calidad de la convivencia: aislados en sus relaciones sociales, desconfiados y vulnerables a experiencias de maltrato o entornos carentes de control social.