Por Héctor Carvacho
Publicado en La Segunda
Texto original
Hace pocos días Comunidad Mujer lanzó el informe «Género, Educación y Trabajo: la brecha persistente» (Informe GET), un estudio sobre la desigualdad de género durante el ciclo de vida. Este documento detalla cómo, a lo largo de todo el ciclo vital, las mujeres en Chile se ven enfrentadas a una cultura machista, a instituciones que las discriminan, a expectativas estereotipadas y a brechas económicas que dan vergüenza. En los últimos 25 años, ha habido progresos en diversos ámbitos, pero estos progresos son marginales si se mira la foto completa. La discriminación hacia las mujeres es un problema vivo y urgente en nuestra sociedad.
¿Por qué es tan difícil enfrentar este problema? Porque es extremadamente complejo y funciona en múltiples niveles de la sociedad. A nivel individual, las personas mantenemos creencias y actitudes sexistas. Entre estas, particularmente relevante es el sexismo benevolente, vale decir, cuando, con una máscara de buena intención, ponemos a las mujeres en un papel de inferioridad. Por ejemplo, el caballeroso “las damas primeros” implica debilidad y la necesidad de las mujeres de ser protegidas.
Las mujeres son evaluadas de acuerdo a un estereotipo que las considera cálidas y bondadosas, pero incompetentes. Este estereotipo es presentado repetidamente en los medios de comunicación y en distintos espacios de la vida social, y es aceptado tanto por hombres como por muchas mujeres que también participan en su reproducción. También hay estereotipos masculinos, pero la investigación en la psicología del sexismo ha mostrado que son más fáciles de eliminar que los estereotipos femeninos.
A nivel interpersonal, las mujeres están expuestas no solo a la posibilidad permanente de ser acosadas sexualmente, sino también al sexismo cotidiano: conductas y actitudes derogatorias que las mujeres deben enfrentar en encuentros con otras personas en todos los ámbitos pensables. Por ejemplo, un garzón que le entrega la cuenta a un hombre, o comentarios respecto al físico o la apariencia en contextos laborales.
A nivel institucional, em tanto, hay una serie de mecanismos que fomentan la discriminación. Por ejemplo, las limitaciones al involucramiento de los hombres en la crianza de los hijos y las escasas posibilidades de compatibilizar la maternidad con el desarrollo educacional y profesional. Las mujeres con hijos ven sus salarios disminuidos mientras que los hombres con hijos aumentan sus ingresos. Implementar medidas como la selección laboral ciega al sexo de los postulantes es fundamental para avanzar a una sociedad con justicia en sus relaciones de género.