Por Dante Contreras
Publicada en La Tercera

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En Septiembre se darán a conocer los resultados de la Encuesta CASEN 2015, levantada por el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile. Esta encuesta es uno de los principales instrumentos para determinar los avances logrados y los desafíos pendientes en torno a la pobreza y la desigualdad. Además, a través de la caracterización de la población permite definir la asignación de los recursos públicos y de diversas políticas sociales.
A fines del 2014, se presentaron al país cambios metodológicos sustantivos en este instrumento. En efecto, cambió la canasta de consumo con la cual se calcula la línea de pobreza. Esta canasta había sido definida en base a información de presupuestos familiares de 1987. Además, se unificó la medición entre zonas urbanas y rurales, se abandonó el ajuste por cuentas nacionales, y se introdujo un factor que considera economías de escala que ajusta por tamaño de hogar. Todo lo anterior puso al día nuestra medición de pobreza en base a ingresos con los estándares internacionales vigentes.
Adicionalmente, se introdujo una nueva variable: la medición de la pobreza multidimensional. Existe evidencia robusta desde las ciencias sociales que indica que medir pobreza utilizando sólo la dimensión de ingresos es insuficiente. La complejidad de este fenómeno requiere la evaluación de otros aspectos clave que definen el bienestar de la población, como carencias en educación, salud, trabajo y vivienda.
Ambas innovaciones fueron realizadas en conjunto con un panel de expertos nacionales e internacionales (Universidad de Oxford) quienes acompañaron al Ministerio de Desarrollo Social en esta redefinición del instrumento.
Además de estos cambios (muy necesarios y esperados) una medición moderna de pobreza y bienestar debiera considerar: Entorno y Redes. El jueves pasado el Ministerio de Desarrollo Social realizó un seminario donde se discutió sobre estas nuevas incorporaciones en la medición multidimensional de la pobreza. En la nueva propuesta, a la dimensión vivienda se agrega Entorno, que considera medir carencias relativas contaminación (aire, agua, basura) y accesibilidad (distancia al lugar de trabajo, escuelas, hospitales). Se incluye además la dimensión de redes y cohesión social, aspectos clave para sostener niveles de bienestar de la población en el largo plazo. Esta dimensión incluirá aspectos como apoyo y participación social, trato igualitario y seguridad.
Con estas últimas innovaciones se concluye una importante etapa de esta actualización metodológica que permite contar con mejores mediciones de pobreza. Estos nuevos indicadores, junto a las mejoras en el manejo de información administrativa del MDS, permitirán el diseño de políticas públicas más efectivas.
Un ejemplo. De acuerdo a la medición de pobreza basada sólo en ingresos, la región de Atacama en 2013 exhibía una tasa de pobreza (monetaria) del orden del 7%. Sin embargo, en la misma región y desde una perspectiva multidimensional, dicha tasa era del orden de 26%.
Basta recordar las imágenes del aluvión de Atacama para reconocer que la cifra multidimensional pareciera más exacta que la monetaria. En efecto, los niveles de precariedad de la cual todos fuimos testigos dieron cuenta de una pobreza oculta tras la medida por ingresos. Esto es relevante, pues la asignación de recursos entre regiones, programas o grupos, que considerara pobreza basada en ingresos habría sido distinta al considerar el indicador multidimensional.
En suma, me parece relevante celebrar que ha habido avances significativos en aspectos metodológicos, confiabilidad y profesionalismo en la forma en que hacemos los análisis estadísticos. Naturalmente existen espacios de mejora, los cuales deben ser abordados en el futuro con la misma seriedad y profesionalismo, permitiendo consistencia y permanencia en el tiempo.
¿Qué esperar entonces?
Los resultados de la encuesta CASEN 2015 estarán disponibles durante Septiembre. Supongo que el menor crecimiento económico y el aumento de la tasa de desempleo impactarán negativamente en la medición de pobreza por ingresos. Pero este efecto debiera ser acotado, ya que si bien se ha observado un menor crecimiento económico, los efectos en desempleo han sido menores a los anticipados.
En términos de pobreza multidimensional esperaría que se identificaran nuevas zonas de pobreza previamente omitidas. Por ejemplo, zonas dónde los problemas de contaminación, basura o accesibilidad son relevantes, nos mostrarán mayores niveles de pobreza. Es decir, el territorio exhibirá una fotografía más cercana a la realidad que vivimos los chilenos. Del mismo modo, aparecerán grupos de pobreza no identificados en mediciones previas. Aquellos individuos marginados del sistema, con ausencia de redes de apoyo podrán ahora ser identificados de mejor manera.
Cuando crucemos estas nuevas medidas (territorio y grupos rezagados) con variables de ingreso, tendremos una mejor comprensión de los niveles de bienestar de nuestra población y lo esperable es que ello redunde en mejores políticas públicas y mejor asignación de los recursos.
Respecto a desigualdad de ingresos, lo más probable es que la encuesta muestre una caída en al desigualdad o un estancamiento de la misma y no serán pocos los analistas que celebrarán este resultado. Acá debemos hacer un llamado a la cautela.
En encuestas de este tipo -es decir encuestas cara a cara que utilizan cuestionarios extensos- resulta cada vez más difícil conseguir información fidedigna de los sectores de mayores ingresos, pues son estos grupos quienes están menos dispuestos a responder encuestas largas y complejas. Mediciones anteriores también dan cuenta de una tendencia de los segmentos altos a subreportar los ingresos de capital. Esto explicaría porque estudios recientes que usan información administrativa de SII, dan cuenta de una elevada desigualdad de ingresos, mayor que la reportada por la CASEN.