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[OPINIÓN] Chile y las Paradojas del Conflicto

Por Mauro Basaure

Publicado originalmente en la La Tercera

Los países escandinavos son en los hechos altamente pacíficos y sus habitantes los perciben de igual modo. Hay coherencia entre hechos y percepción. También la hay en Sudáfrica y Venezuela, pero en sentido contrario. La cuestión es, sin embargo, más que un mero problema «desarrollo igual paz» vs. «subdesarrollo igual conflicto». En Chile, por ejemplo, no se da esa coherencia: es uno de los países más pacíficos de América (junto a Canadá y Costa Rica) pero los chilenos —casi 60% según la encuesta COES— lo perciben como conflictivo.

¿De dónde este contraste? No es un mero tema de (no)desarrollo pues esa paradoja la compartimos con países como Italia, Francia y Estados Unidos. La encuesta COES da buenas pistas. Un alto porcentaje de los encuestados asocia «conflicto» a «problema». Para ellos los principales «conflictos» en Chile son educación, salud y delincuencia. Los mismos tres que cuando la encuesta CEP (2014) preguntó por «problemas». Según ello, no es rara la percepción de Chile como país conflictivo, pues no cabe duda que Chile tiene muchos problemas. Ello no significa, sin embargo, que el enfrentarlos conduzca a la violencia, pues existen otras formas, institucionales, pacíficas, de tratarlos. Pero una mayoría de los encuestados no parece creer que eso sea posible en Chile, en particular respecto a educación y al conflicto indígena, que aparece como el prototipo del conflicto violento.

Si se asocia conflicto a problemas y, además, se considera que ellos tienen/tendrán muy probablemente una salida violenta, no es extraño que, como también lo muestra la encuesta COES, una parte mayoritaria lo entienda como algo negativo y del que seguramente alguien saldrá perjudicado.
Siendo así, muy probablemente las reformas políticas en educación, salud, laboral, tienen aquí otro enemigo, desconocido (hasta ahora): la percepción de que esas reformas —que buscan resolver problemas— son percibidas en sí mismas como problemas; es decir, como conflictos posiblemente conducentes a violencia. Tal vez esta sea una contradicción mayor, un trauma inahabilitante, que estanca a Chile: hay tanto temor a los remedios como conciencia de la enfermedad.

Hay también quienes prefieren que los conflictos se muestren. Ellos parecen comprender que los conflictos pueden ser productivos; que no se oponen necesariamente a la paz social sino que pueden forjarla y que una sociedad cohesionada es aquella que logra canalizarlos evitando la violencia. Tal vez este haya sido un ingrediente de la receta de la coherente paz escandinava.

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